El 12 de agosto una persona que trabaja en la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, que ayer The New York Times identificó como un agente de la CIA, redactó un explosivo documento de siete páginas, más otras dos de anexos, que, 46 días después, y tras agotarse los múltiples esfuerzos de la Casa Blanca y el Departamento de Justicia de Donald Trump por evitar su publicación, ha estallado con toda su potencia. Aquella queja, realizada bajo las leyes que protegen a los confidentes y centrada en la controvertida y potencialmente ilegal conversación telefónica que Trump mantuvo con su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski el 25 de julio, se entregó el miércoles al Congreso, que la hizo pública ayer. Y su contenido es demoledor para Trump. ya enfrentado oficialmente a la posibilidad de impeachment.

El soplón, con información que había recibido de al menos seis altos cargos de la Administración, escribió que «el presidente de Estados Unidos está usando el poder de su cargo para solicitar interferencia de un país extranjero en las elecciones de 2020», incluyendo «presionar a un país extranjero para que investigue a uno de sus principales rivales políticos nacionales», Joe Biden. Afirmó, además, y dando detalles, que el abogado personal del presidente, Rudolph Giuliani, «es una figura central en este esfuerzo» y que «el fiscal general William Barr parece estar implicado también».

No es la única bomba. El confidente escribió que, en los días siguientes a la llamada, «altos cargos de la Casa Blanca intervinieron para bloquear todos los registros de la llamada, especialmente la transcripción palabra por palabra que se produjo como es costumbre por la Situation Room de la Casa Blanca». Según sus fuentes, fueron los abogados de la Casa Blanca los que dieron instrucciones de sacar la transcripción literal del sistema informático donde «típicamente se almacenan tales transcripciones». Y acabó en un sistema separado que, según explica, «en otros casos se usa para almacenar y manejar información clasificada de naturaleza especialmente sensible».

Hay más acusaciones graves para Trump. Según la queja, «no era la primera vez» que se cometía ese abuso, realizado «únicamente con el propósito de proteger información políticamente sensible, en vez de sensible por seguridad nacional».

seis fuentes / Para Trump, que lleva dos días atacando como un animal herido, los golpes llegan desde múltiples frentes. Los argumentos con que intenta desacreditar a quien preparó la queja, como decir que la hizo con información de «segunda mano», se desmoronan al comprobar no solo que tenía al menos seis fuentes, sino también porque lo que escribió sobre la conversación telefónica con Ucrania concuerda con el memorando de esa charla que la Casa Blanca se vio forzada a hacer pública, incluso cuando está convenientemente editado por la Casa Blanca y no es la transcripción literal.

Las sospechas de obstruccionismo, además, no se limitan a lo que hicieron con la llamada. Ayer compareció ante el comité de inteligencia de la Cámara baja Joseph Maguire, el director nacional de inteligencia en funciones, que pasó serios apuros para justificar cómo y por qué -aunque la queja del soplón fue considerada creíble por el inspector general de inteligencia- no se entregó al Congreso en siete días, como marca la ley.