Ahora es Kashgar, enclave de reminiscencias míticas, parada obligatoria en aquella milenaria ruta de la seda y cuna de la etnia uigur. Sus casi cinco millones de habitantes están siendo testados a la carrera después de que fuera detectado un positivo asintomático el sábado. En el mediodía del domingo ya se había cubierto a la mitad de la población y mañana martes habrá concluido la misión. Antes fue Wuhan o Qingdao: un puñado de casos bastaron para que toda una ciudad fuera cerrada y su población analizada. Kashgar empuja la fórmula al extremo: ha bastado uno.

Del testeo masivo han emergido ya 137 casos, todos asintomáticos, según la prensa local. El origen del brote es una joven de 17 años que trabaja en una fábrica de ropa en el condado de Shufu, en los aledaños de Kashgar, y que en un análisis rutinario dio positivo. Las pruebas inmediatas sobre los 800 trabajadores resultaron negativas y en la reconstrucción de sus pasos se llegó hasta la fábrica de sus padres, que la joven había visitado una semana atrás para cenar. Todos los casos están vinculados a esa fábrica.

El brote ha provocado la reacción al uso, con estrictas restricciones de movimiento internas y externas. Más de la mitad de vuelos habían sido cancelados ya el sábado, el mismo día en que surgió el primer positivo, y la salida de Kashgar exige ahora una prueba con resultado negativo. Todas las escuelas permanecerán cerradas hasta la próxima semana aunque los centros comerciales y supermercados siguen abiertos.

PAÍS BLINDADO

El país del que surgió la pandemia a finales del pasado año es hoy el más blindado. La mayoría de los positivos son viajeros llegados del extranjero que son rápidamente detectados en el aeropuerto o en la posterior cuarentena hotelera. Una docena de contagios registrados a mediados de octubre en la costera ciudad de Qingdao cortó una racha de dos meses sin infecciones locales. Este es el segundo brote que afecta a la provincia de Xinjiang, en el extremo más occidental del país y fronteriza con Afganistán, Tayikistán y Pakistán. Una cadena de contagios localizados en julio en la capital, Urumqi, justificó el firme cerrojazo provincial durante cinco semanas incluso en ciudades a centenares de kilómetros. Xinjiang, cuna de la etnia uigur, ocupa el interés internacional en los últimos meses por las políticas represivas y el desplazamiento forzoso de la población local hacia campos de internamiento que Pekín justifica en su lucha contra el terrorismo integrista.

Algunas voces científicas han puesto en duda la necesidad de los testeos de ciudades enteras por unos cuantos casos localizados. Incluso Wu Zunyou, jefe epidemiólogo del Centro de Prevención y Control de Enfermedades, sugirió la semana pasada que bastaría con practicar las pruebas en el foco del brote y extenderlas hasta un área razonable si no surgían más casos. Pero Pekín sigue apegada a una fórmula que peca más por exceso que por defecto y que mantiene el virus a raya cuando el mundo lidia con segundas olas y toques de queda.