La guerra de Irak y el caso Kelly han hecho tambalearse la, hasta ahora, espectacular carrera política de Tony Blair. Tras seis años en Downing Street y 10 al frente del Partido Laborista, Blair debe por primera vez nadar contra corriente. También, por primera vez, se detecta en la opinión pública un apoyo creciente a su potencial rival y sucesor, el ministro de Finanzas, Gordon Brown.

Según el sondeo publicado ayer por Financial Times, la mitad de los británicos piensa que Blair debe dimitir, mientras el 39% considera que ha de mantenerse en el puesto. La pérdida de confianza va en aumento, con un 64% de descontentos por su gestión.

A pesar de las críticas, los laboristas tienen una ventaja de 9 puntos sobre los conservadores, en buena medida por la irremediable parálisis de los tories . Esa ventaja aumenta al 15% cuando a los encuestados se les pregunta por el voto si el líder laborista fuera Gordon Brown.

DECISION IMPERDONABLE

"La principal causa de la impopularidad de Blair es que llevó al país prematura e innecesariamente a una guerra, junto a la peor Administración americana de la historia moderna", decía ayer un editorial del diario The Guardian. "No le han perdonado que pusiera a George Bush por delante de la gente de Gran Bretaña y Europa. Las repercusiones de una decisión tan espantosa le siguen persiguiendo", añadía.

Ayer Blair llegaba a Bournemouth, donde mañana comienza la Conferencia Anual del Partido Laborista. El primer ministro ha puesto en marcha una estrategia de distanciamiento de Bush para centrarse en la agenda de problemas internos de su país.