Iban a ser las elecciones presidenciales más insípidas de la historia brasileña. Pero todo cambió en las últimas semanas y a medida que se acerca la hora de votar, el próximo domingo, la carrera entre el favorito Luiz Inácio Lula da Silva, que busca su segundo mandato, y su rival, Geraldo Alckmin, quien con muletas trata de alcanzarlo, se convirtió en una guerra sucia sin pudores, ni límites. "Corruptos", es lo más elegante que brama la oposición. "Ustedes no tienen moral para hablar de moral", se defiende Lula, del Partido de los Trabajadores (PT), y se compara con Jesús en la cruz.

El abúlico ritmo de la campaña se alteró al descubrirse la existencia de una conjura oficialista contra los adversarios fabricada por hombres de confianza del presidente. Lula puso cara de inocente, calificó a sus promotores de "locos" e "imbéciles" y sacrificó a su jefe de campaña, Ricardo Berzoini, nada menos que el presidente del PT. Lo notable es que Lula sigue igual al frente de las encuestas. Las fuentes consultadas coinciden: tendría que cambiar mucho el humor de buena parte de la sociedad en pocas horas para que el centroderecha pase a la segunda vuelta.

DOCUMENTOS FALSOS El 15 de septiembre, dos integrantes del comité de campaña del Partido de los Trabajadores fueron detenidos en un hotel de esta ciudad con 80.000 dólares en su poder. Con ese dinero que, ayer se supo que llegó de un banco norteamericano, trataban de comprar documentos falsos para vincular al socialdemócrata José Serra, aspirante a gobernador de Sao Paulo, con negocios sucios en el área de la salud.