Una semana va a pasar en Moscú el presidente de Cuba, Raúl Castro, casi un cuarto de siglo después de la última visita de Fidel, su hermano y antecesor. El mandatario cubano llegó ayer a Rusia, la gran aliada de la Revolución en la guerra fría.

El programa de la larga estancia de Raúl Castro no ha sido anunciado de forma pública, aunque el Kremlin sí ha confirmado que mañana mantendrá una reunión oficial con el presidente ruso, Dmitri Medvédev.

Las expectativas de La Habana en el encuentro parecen ser elevadas. "Rusia y Cuba son como dos hermanos que sienten que es hora de abrazarse", decía el martes el embajador cubano en Moscú, Juan Valdés Figueroa.

De hecho, las relaciones han mejorado ostensiblemente desde que la visita del entonces presidente ruso, Vladimir Putin, a la isla en el 2000 sentara las bases para el fin del profundo distanciamiento que siguió a la caída de la URSS. Pero ha sido en los últimos meses cuando las muestras de complicidad se han multiplicado. Así, Medvédev viajó también a Cuba en noviembre, poco antes de que barcos de guerra rusos atracaran en La Habana por primera vez desde 1991.

Sin embargo, nada será como antes. En la web del Ministerio ruso de Exteriores, su titular, Serguei Lavrov, subrayaba ayer que Moscú ya no busca en La Habana un socio ideológico, sino económico. Se consolidarán las relaciones bilaterales y se firmarán acuerdos de cooperación comercial, energética, financiera, cultural y humanitaria. Pero nada comparable a la alianza estratégica de otros tiempos ni a las multimillonarias ayudas soviéticas al régimen castrista.