Son más de un millón y medio en todo el mundo, pero su núcleo duro es el sur de Florida, donde hay unos 800.000. Son el exilio cubano, una comunidad que ha reaccionado con una mezcla de cautela y celebración ante las noticias que llegaron desde La Habana el lunes. Aunque desde organizaciones basadas en Miami como la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), Movimiento Democracia y el Consejo por la Libertad de Cuba se lanzaron mensajes llamando a la calma, cientos de personas se lanzaron a las calles de La Pequeña Habana, donde se celebró con fiesta una muerte no anunciada.

"Hemos oído este tipo de noticias tantas veces que reaccionas con calma", dijo a este diario Omar López Montenegro, director de Derechos Humanos de la fundación que dirigió el fallecido Jorge Mas Canosa y ahora encabeza Alfredo Mesa. "Sin embargo, esta vez parece que algo serio sucedió. No son rumores sino una declaración oficial. Castro no cedería el poder si no fuera una emergencia. Y se ha roto el discurso mitológico de Fidel como un hombre inmortal".

La FNCA colgó en su página web una declaración en la que recordaba "a quienes están en posición de asumir el liderazgo político dentro de Cuba, que tanto la fundación como sus múltiples amigos y aliados internacionales están preparados y dispuestos a colaborar con aquellos que dentro y fuera de Cuba estén genuinamente interesados en proveer un futuro de paz, libertad y democracia".

A LA ESPERA Ninoska Pérez-Castellón, del Consejo por la Libertad de Cuba y periodista en Radio Mambí, mostró cautela, mezclada con cierta decepción. "No queremos decir algo que no está confirmado; sería irresponsable. Creo que ha llegado el momento, pero no podemos ni saborearlo", afirmó. Ramón Saúl, del Movimiento Democracia, alertó de que "Castro podría haber planeado todo y estar mirando cómo van las cosas si realmente pasa el mando a su hermano".

En las calles de La Pequeña Habana no hubo, en cambio, espera ni compasión. "Rezo a Dios para que el bastardo esté muerto", dijo un hombre a la CNN. Lourdes Cambo, en la puerta del restaurante Versalles, también era dura al hablar con el Miami Herald . "Solo le deseamos una muerte lenta y dolorosa".

El alcalde del condado, Carlos Alvarez, nacido en Cuba, reconoció que era "un momento feliz", pero pidió control en la fiesta. Incluso en Washington, poderosos cubanos como el senador republicano Mel Martínez se dejaron llevar. "He vivido algo que solo había soñado --dijo--. Solo la incertidumbre mantiene la alegría bajo cierto control".