Con gran expectación, empezó ayer, en la base militar de EEUU de Guantánamo, el controvertido juicio contra cinco presuntos terroristas de Al Qaeda responsables de los atentados del 11-S. Entre ellos se encuentra Jalid Sheij Mohamed, que confesó a sus interrogadores de la CIA ser el cerebro de los atentados. En su intervención ante el juez militar, Mohamed renunció a la asistencia legal y afirmó que quiere ser "condenado a muerte" para poder convertirse en un "mártir".

El Pentágono argumenta que el juicio será "justo y transparente", pero la decisión de juzgar a los acusados en el limbo legal de Guantánamo y no en tribunales civiles ha sido criticada por asociaciones de derechos humanos. En el centro del huracán se encuentra la forma en la que fueron conseguidas las confesiones. La CIA ha reconocido que Mohamed fue sometido a la técnica de la simulación de ahogo. Entre otras cuestiones, la corte marcial deberá decidir si acepta confesiones logradas bajo coacción.

Al margen de Mohamed, los otros acusados son: Ramzi Binalshibh, un yemení acusado de ser el responsable de la comunicación entre los secuestradores del 11-S y Al Qaeda; el saudí Mustafá Ahmed al Hausaui, que supuestamente facilitó la entrega de dinero al equipo de Mohammed Atta; Alí Abdulaziz Alí, paquistaní, al que se acusa de ayudar a los terroristas; y Taufiq bin Attash, de Yemen, que reclutó a los secuestradores.