El grado de participación, que en anteriores elecciones similares apenas llegó al 50%, y la opción de los habitantes de los barrios más pobres de la capital, Caracas, decidirán el triunfo o el fracaso global del chavismo en las elecciones regionales y municipales de hoy en Venezuela, cuyo resultado espera con ansia el presidente, Hugo Chávez, para afianzarse más en el poder y seguir hacia el socialismo del siglo XXI . Chávez confía en una victoria "aplastante", mientras la oposición aspira a ganar hasta 7 u 8 de las 22 gobernaciones, así como la alcaldía mayor de Caracas, que situaría a Antonio Ledezma como futuro presidenciable opositor. "Chávez no la tiene fácil", resalta el director de la encuestadora Datanálisis, Luis León, al augurar la derrota del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) al menos en los estados de Sucre, Carabobo, Zulia y Nueva Esparta, y estimar que, si bien el mandatario cuenta con una popularidad de casi el 57%, su nivel de confianza ha caído a menos del 40%.

Sobre todo, a causa de las medidas que tomó contra medios de comunicación y las amenazas que ha repartido durante la campaña electoral de encarcelar a varios opositores o solucionar con los fusiles y los tanques una posible derrota en estados que considera clave, como el petrolero Zulia, gobernado por su anterior contendiente presidencial, Manuel Rosales. Chávez ha desatado sus iras contra Rosales, que aspira ahora con ventaja a volver a la alcaldía de Maracaibo, la segunda ciudad del país. Le ha llamado "fascista, ladrón, traidor, mafioso, corrupto, inmoral".

Pero las miras del presidente están puestas en la gobernación de Zulia, para la que el PSUV presenta a Gian Carlo de Martino, actual alcalde de Maracaibo, frente al opositor Pablo Pérez, del partido de Rosales, Un Nuevo Tiempo. Las encuestas prevén una nueva aunque estrecha derrota del oficialismo, alimentada además por unos 20.000 miembros del partido y los círculos bolivarianos que le han dado la espalda al oficialismo para apoyar a los candidatos de la oposición.

DOMINIO DEL ROJO El encuestador Luis León advierte de que, aún con el mejor escenario posible para la oposición, el rojo seguirá siendo el color preponderante del mapa político con el que mañana amanecerá Venezuela. Otros analistas coinciden con el economista Rafael Muñoz, quien cree que la oposición saldrá en cualquier caso fortalecida, porque "con las gobernaciones y alcaldías que llegue a ganar, estará logrando, por primera vez en mucho tiempo, legitimar a sus líderes a través del voto". Y todos coinciden en que una mayor participación beneficiará a la oposición.

Los expertos dicen que el resultado global se decidirá en el llamado corredor electoral de los ocho estados que concentran el 61% del electorado: Anzoátegui, Miranda, Caracas, Aragua, Carabobo, Lara, Táchira y Zulia. Pero al mismo tiempo resaltan el valor simbólico de Guárico y Barinas, estados en los que se presentan dos candidatos disidentes, Lenny Manuitt y Julio Reyes, y el de Barinas, el estado de la familia de Chávez, en el que el presidente se empeñó en imponer como candidato a su hermano Adán. Aunque quizá el punto más representativo de la evolución electoral sea el municipio capitalino de Sucre, concretamente Petare, el barrio pobre y peligroso más grande de América Latina. Mientras los barrios acomodados del este de Caracas han mantenido un voto casi unánime contra Chávez, los barrios de ranchitos --casi chabolas-- de los cerros de poniente han mostrado una mayor división, así como una evolución en el voto. La barriada de Petare, a la que se accede por una calle llena de tipos armados, apoyó la revolución bolivariana a lo largo de 12 procesos electorales, pero también le dijo no al presidente cuando hace casi un año quiso refrendar su reelección indefinida y sus medidas radicales.

El candidato opositor, Carlos Ocariz, disputa aquí la alcaldía del municipio caraqueño de Sucre al oficialista Jesse Chacón, que ha repartido neveras, lavadoras y cocinas acompañado por el alcalde actual, José Rangel, hijo del segundo de a bordo de Chávez durante años.

El propio presidente ha visitado una decena de veces el Petare en campaña, consciente de que Rangel no ha podido resolver en ocho años los graves problemas de inseguridad, salubridad, precariedad de las viviendas y fallos de electricidad y suministro de agua de esta barriada. Los barrios pobres como Petare tienen hoy la palabra.