Venezuela volvió a poblarse de trincheras. La oposición realizó actos relámpagos en centenares de esquinas para pedir la salida de Nicolás Maduro y reclamar a las Fuerzas Armadas que favorezcan el desenlace del conflicto. El chavismo no se quedó quieto. «Está en marcha una revolución militar», arengó Maduro a los soldados en un cuartel y pidió no escuchar a los enemigos. «¡Máxima Moral, Máxima Disciplina!», exigió. Todo es urgente en este país. Hay que conseguir con prisa los productos que se esfuman en los mercados con la velocidad de un pestañeo. La sensación de inminencia no solo es parte de la economía colapsada. También atraviesa a la política. «¡Ya basta!», dicen unos y otros. Chavistas y antichavistas entienden lo inaplazable de una manera distinta. En la Universidad Central de Venezuela (UCV), Juan Guaidó, nombrado por la Asamblea Nacional (AN) presidente «encargado» y reconocido como legítimo por EEUU y sus aliados, anunció que «lo más pronto posible» cesará la «usurpación». Antes de ir a la UCV, Guaidó, a quién Maduro llamó «títere de Washington», se había comunicado con Donald Trump por teléfono. «Hablamos de la ayuda humanitaria y del respeto a la Constitución», explicó.

«Presidente, presidente», le gritaron algunos estudiantes. Yornelis, de la carrera de Farmacia, pensaba ir a una de las protestas y, de repente, se encontró al líder de la oposición ante sus ojos. Guaidó recordó que, tiempo atrás, en el hospital de la ciudad universitaria había sido curado su padre de una malaria contraída en África. «Le salvaron la vida, como sé también que hace una semana no se pudo salvar un paciente por falta de insumos». Lo vitorearon. Guaidó les garantizó que «pronto» se recuperará el sistema de salud. «Tiene razón», dijo Yornelis, la chica del nombre insólito y no dudó en simpatizar con una eventual intervención norteamericana: «Si vienen es que para que Maduro se vaya».

Guaidó es evasivo en un tema altamente sensible como el protagonismo directo de EEUU en este capítulo crucial de una larga crisis. No obstante, se mostró proclive a aceptar «lo que sea necesario» para expulsar «al usurpador de Miraflores». Dijo que «no le quita el sueño» la orden judicial que congeló sus cuentas bancarias y le prohíbe salir del país.

Un día después de dictarse, la oposición cree que se ha tratado apenas de una pantomima. «Acá estoy, ejercitado mis funciones. Me siento protegido por la gente», dijo. Pero Guaidó sabe que necesita otro tipo de apoyo para que la balanza se incline su favor. «Hacemos un nuevo llamamiento a las Fuerzas Armadas. No disparen. Es una orden». Y volvió a tender la mano al chavismo descontento. «No es una cuestión de izquierda o derecha», expuso. La UCV está apenas separada por una avenida de la Universidad Bolivariana. Allí no faltan imágenes de Hugo Chávez vestido de uniforme militar. Es día de inscripción para los alumnos. Kelvin es estudiante de Ciencias Políticas. «¿Lo ve usted? ¿Hay crisis, como la pintan afuera?», pregunta.

UN NUEVO VIETNAM / A los 63 años, Luis Salazar estudia Relaciones Internacionales. «Estados Unidos quiere aplicar en Venezuela la misma receta que en Irak, Ucrania, Libia y Siria», explica el veterano alumno. En el estado de Falcon, a unos 500 kilómetros de la capital, el chavismo se reunió bajo la consigna Yankee, go home. Diosdado Cabello, el número dos del Gobierno, le aseguró a los hombres y mujeres que se calcinaban bajo el sol que «intentan tomar por asalto esta tierra». Pero si cae una bomba, «no solo matará chavistas». Maduro le envió a los norteamericanos un mensaje: «Pido el apoyo para rechazar la injerencia del Gobierno Trump que pretende hacer de mi patria un Vietnam en América Latina. ¡No se lo permitas!». Cada hora se estira aquí como un largo elástico. Los minutos pasan al compás de los rumores. Las fake news sociales arrecian. Muchos venezolanos tomaron al pie de la letra la información recibida en sus wasap sobre la decisión del Gobierno de incorporar a los adolescentes y niños en las milicias bolivarianas. En medio de versiones fantasiosas y de informaciones veraces, la oposición ha considerado sus protestas de ayer como un preparativo para su gran demostración de fuerza del sábado. El 2 de febrero vence el ultimátum de la UE para que Maduro convoque elecciones. El «presidente legítimo», como le llama la TV oficial, ya rechazó esa exigencia. Guaidó cree que el inminente día D de la oposición será crucial. Antes puede pasar cualquier cosa.