La gente se hartó de la propaganda, de ser el milagro económico latinoamericano, el modelo glorificado por los mercados internacionales. La gente está hastiada de la pobreza, la injusticia, la desesperanza y la desigualdad. Chile es el decimoquinto país más desigual del mundo. El poder, sea político, económico o mediático, tiende a vivir en una burbuja ajeno a la realidad. Aunque el desencadenante de las protestas de estas dos semanas fue la cuarta subida del precio del metro desde el 2016, el mar de fondo es un sistema arbitrario que no funciona.

Sebastián Piñera ha pasado de llamar a su país el oasis en medio de la inestabilidad continental a hablar de «estado de guerra ante un enemigo poderoso». ¿Quién es ese contrincante? Su esposa, Celia Morel, fue más precisa al señalar que «era extranjero o extraterrestre» (Sic). Lo dijo en una conversación con una amiga difundida por las redes sociales, y cuya autenticidad quedó confirmada por La Tercera. En ella admite que están sobrepasados por la respuesta de la calle: «Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás», dijo. Su esposo sigue sin entender, aunque haya retirado la subida y pedido perdón. Fue el pirómano que propagó el incendio, el que mandó a los pacos (carabineros) a apalear a estudiantes que se habían colado en el metro en una protesta masiva. Las imágenes de la brutalidad policial encendieron al país. Se levantaron barricadas y hubo actos vandálicos cometidos por una minoría. También hay imágenes de pacos provocando destrozos e incendios.

Toque de queda

Esa violencia fue la excusa para que Piñera decretara el toque de queda y sacara el Ejército a la calle. Un error que desempolvó imágenes dolorosas de la memoria colectiva: la represión de la dictadura y el recuerdo de las desapariciones. El actor Juan Diego Botto, hijo de desaparecido en Argentina, escribió en Twitter que le había impresionado que un hombre detenido por los uniformados gritara su nombre a los demás manifestantes para garantizarse seguir con vida.

Chile fue el laboratorio neoliberal donde se experimentaron las teorías de Milton Friedman, el gurú de la escuela de Chicago, que basa su doctrina en la creencia de que los mercados se regulan solos, sin apenas intervención del Estado. Es la tesis que inspiró la contrarrevolución conservadora de Thatcher y Reagan, y que vuelve a estar en boga para desmontar el Estado del bienestar, y ganar dinero a espuertas con sus restos: sanidad, pensiones, escuelas. Es el mantra que nos llevó a la crisis del 2008 y a la recesión posterior.

El país sigue encorsetado por la Constitución heredada de Pinochet. Tiene un sistema sanitario similar al de EEUU, que prima a los ricos. Lo mismo sucede en la enseñanza, que perpetua el dominio de las élites tradicionales y limita la meritocracia. El agua dejó de ser un servicio gestionado por el Estado y el sistema de pensiones está en manos privadas desde 1981, menos los militares, que optaron por seguir con el público.

Cada trabajador entrega el 10% de su salario a una administradora de fondos de pensiones, dominada por bancos y empresas, por la que abonan altas comisiones. El empresario no aporta nada. El 90% de las pensiones actuales apenas superan los 213 euros pese a que esos fondos ingresan el doble de lo que pagan. Este es el modelo que la derecha nos quiere colocar en España. En Chile lo consideran una estafa.

Se multiplican estos días los desmames militares. En dos semanas se han producido cerca de 20 muertos. La diferencia con 1974 es que ahora los manifestantes disponen de un móvil con cámara y unas redes sociales por las que difundir sus mensajes. Una de las denuncias sostiene que los militares desnudan y abusan de las mujeres detenidas, a las que culpan de «andar maraqueando en la calle», de ser putas.

Sociedad endeudada

Aunque parece que todo ha estallado hace dos semanas, la indignación viene de lejos, lleva cocinándose desde antes de la crisis del 2008. Chile acumula desde hace 30 años recortes en educación y sanidad. Es una sociedad endeudada que no llega a final de mes. Una periodista de RT definió así la situación: «Tiene unos de los mayores PIB de América Latina, unos salarios similares a los de Paraguay y unos precios como los de España». Las Fuerzas Armadas han salido en defensa del sistema que les beneficia y de unas clases privilegiadas a las que pertenecen por derecho de conquista. España no es el único país del mundo con una compleja digestión de su pasado. En Alemania fue más fácil porque Hitler perdió la guerra.