Apenas proclamado el fracaso del Consejo Europeo, el presidente francés, Jacques Chirac, denunció "el egoísmo de dos o tres países", en especial referencia al Reino Unido y Holanda, que llevó a la situación "patética" de ver a los "más pobres" dispuestos a sacrificarse por "los más ricos" y a rebajar sus exigencias. Chirac consideró que los nuevos socios dieron "una hermosa lección para la Europa del mañana".

Pero pese a los elogios que dedicó la presidencia luxemburguesa a Chirac por intentar facilitar un acuerdo, la prensa francesa consideró que el jefe del Estado perdió "la batalla de Bruselas" frente al primer ministro británico, Tony Blair. El diario Libération comparó el consejo a la batalla de Waterloo. La Nouvelle Republique hablaba de "una pelea de gallos".

Las reacciones políticas en Francia tampoco fueron benévolas con Chirac, ni siquiera en su propio campo. El número dos del Gobierno y líder de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, reclamó "la suspensión del proceso de ampliación" mientras no se dote a la Unión Europea de nuevas instituciones. "No se puede hacer como si no hubiera pasado nada el 29 de mayo", (fecha del referendo sobre la Constitución Europea, en el que ganó el no ), explicó el ministro Sarkozy, que aspira a suceder a Chirac en el Elíseo en las elecciones del 2007.