El presidente francés, Jacques Chirac, debilitado por el triunfo del no en el referendo sobre la Constitución europea, respondió ayer al mensaje de las urnas con un cambio de Gobierno. Tras aceptar la dimisión del impopular primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, apostó por una solución salomónica y nombró en su puesto a un hombre de confianza, Dominique de Villepin, flanqueado por un superministro de Interior, Nicolas Sarkozy, que tendrá el título de ministro de Estado y los poderes de número dos del Ejecutivo, sin dejar las riendas del partido gubernamental, Unión para un Movimiento Popular (UMP).

En una intervención televisiva para explicar a los franceses su decisión, Chirac estimó que Villepin tiene "la autoridad, la competencia y la experiencia necesarias" para conducir la batalla del empleo que, según él, exige "una movilización nacional". También precisó que el modelo social francés "no es un modelo de tipo anglosajón" pero tampoco "sinónimo de inmovilismo", y se comprometió a aprovechar "todas las oportunidades" para recuperar la ambición del proyecto europeísta, junto a los otros miembros de la UE "en las próximas semanas".

INCERTIDUMBRE Chirac enmarcó esta decisión en "el respeto al mensaje de los franceses", que rechazaron la Constitución y que, según él, "ha abierto un periodo de dificultades e incertidumbre" para Francia y Europa. Pero la prioridad de la acción gubernamental, dijo, "es evidentemente el empleo".

El hecho de que fuera el propio Chirac el que anunciara los nombramientos fue la exigencia de Sarkozy para aceptar el puesto de numero dos de un Gobierno que todo el mundo considera ya como bicéfalo, algo inédito en las instituciones francesas. Para ganar "tenemos que unirnos en un espíritu de diálogo" y "no añadir la división a las dificultades" ya existentes, se justificó el presidente. Chirac prometió una composición del Gobierno equilibrada para satisfacer a todas las corrientes de la derecha.

DIPUTADOS FURIOSOS Durante la reunión de diputados de la UMP, celebrada el lunes, los amigos de Sarkozy le aconsejaron que no entrara en el Gobierno. "Qué dirías si dejara que el barco se hundiera", respondió, provocando una viva ovación. Pero el objetivo era convertirse en primer ministro y conservar la presidencia del partido, a lo que finalmente Chirac no accedió. Algunos diputados furiosos amenazaron incluso con negar la confianza a Villepin.

Con este sorprendente y potencialmente explosivo dúo, Villepin-Sarkozy, Chirac parece haber buscado una fórmula que le permita conservar un cierto papel de árbitro y evitar una guerra durante el resto de su mandato presidencial. El nombramiento puso en pie de guerra a toda la oposición, comenzando por los ganadores del referendo, que consideran escandaloso el nombramiento de Villepin.

"No se cura una crisis de régimen con cataplasmas", dijo el jefe del grupo socialista en la Cámara baja, Jean-Marc Ayrault. Para la líder comunista, Marie- George Buffet, una de las defensoras del no en el referendo, "un Gobierno Villepin, codirigido por Sarkozy, es una provocación a la soberanía popular". Toda la izquierda pidió ayer la disolución de la Asamblea Nacional.

ORGULLOSO DE LAS REFORMAS Por su parte, el primer ministro saliente, Jean-Pierre Raffarin, se retiró ayer con todos los honores y una declaración, en la que dijo estar "orgulloso" de las reformas realizadas en sus tres años de mandato. Entre ellas citó la lucha contra la delincuencia, la reforma de la seguridad social y de las jubilaciones, que contribuyeron a restarle popularidad. Raffarin dijo que piensa volver "al corazón de la sociedad" para "continuar al servicio del país", aunque no precisó cómo.