No hay cumbre decisiva que se precie sin unas buenas dosis de drama. Y a la reunión extraordinaria de casi 20 horas sobre el reparto de altos cargos de la UE no le ha faltado ni una pizca. Pese a la noche en blanco negociando, los líderes europeos fueron incapaces de cerrar un acuerdo sobre la nueva cúpula que liderará las instituciones europeas durante la nueva legislatura. Ante esta tesitura, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, decidió ayer suspender la cumbre y reconvocar a los dirigentes esta mañana en el que será el tercer intento, a escasas horas de la constitución y la elección del nuevo presidente de la Eurocámara, esta semana en Estrasburgo.

«Hemos terminado con un fracaso. Estamos dando una imagen de Europa que no es seria. Nadie puede estar satisfecho», lamentó el presidente francés, Emmanuel Macron, que apuntó a la división interna del PPE y al equilibrio territorial como los dos grandes problemas que han llevado al nuevo fiasco en la cumbre que arrancó en la tarde del domingo y concluyó ayer al mediodía.

«Hay una sensación de enorme frustración, de haber estado mucho tiempo reunidos y de no haber llegado a un acuerdo que es muy necesario para la gobernabilidad de las instituciones comunitarias», dijo el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, frustrado por la disparidad de criterios e intereses que han impedido sacar adelante una propuesta emergente que otorgaría al socialdemócrata holandés Frans Timmermans la presidencia de la Comisión. Según este plan, el PPE y los liberales se repartirían el resto de puestos. La presidencia del Consejo Europeo iría a los conservadores, lo mismo que la presidencia de la Eurocámara, para el popular alemán Manfred Weber, mientras que el alto representante para la política exterior de la UE sería para los liberales. Además de los nombres de Timmermans y Weber, durante el día habrían sonado el de la comisaria danesa Margrethe Vestager y la directora general del Banco Mundial y excomisaria Kristalina Georgieva, así como el primer ministro belga en funciones, Charles Michel.

Esta fórmula, que según Sánchez nació de un compromiso político de los dos candidatos principales del PPE y socialistas para preservar el sistema de los spitzenkandidaten, fue validada posteriormente por los mandatarios de Francia, España, Holanda y Alemania en los pasillos del G-20 el pasado fin de semana en Osaka, que presentaron posteriormente a Tusk.

REPARTO INSUFICIENTE / El consenso, sin embargo, fue imposible durante la maratoniana reunión por dos motivos. Para empezar, por la rebelión interna de los populares contra la cancillera alemana, Angela Merkel, por aceptar un reparto que consideran insuficiente para el partido más votado en las elecciones europeas del 26-M al ceder sin luchar la presidencia de la Comisión, la institución más codiciada. Y, en segundo lugar, por la férrea oposición de los cuatro países de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia), así como de Italia, al político holandés que simboliza para ellos la lucha de Bruselas contra sus respectivos países por el estado de derecho. «Desgraciadamente nos hemos encontrado con muchos obstáculos», resumió Sánchez culpando al PPE, pero no a Merkel, de no respetar los acuerdos previamente alcanzados.

Entre 10 y 11 países todavía estaban ayer en contra del paquete puesto sobre la mesa a primera hora de ayer y Tusk y el resto de líderes se rindieron a la evidencia de parar el encuentro sin una votación.