Con autorización expresa del presidente de EEUU, George Bush, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) montó, tras los sangrientos atentados terroristas del 11-S, la ofensiva mundial más ambiciosa de operaciones encubiertas desde las mayores crisis de la guerra fría. Se trata de un amplio abanico de programas denunciados dentro y fuera del país que, sin embargo, siguen adelante, reveló ayer The Washington Post , que citó a fuentes oficiales.

Esta operación ultrasecreta, denominada GST, consiste en decenas de programas individuales, al abrigo de los cuales la CIA se ha lanzado a la detención de presuntos miembros de Al Qaeda en todo el mundo. Para ello, ha contado con la ayuda de servicios de espionaje extranjeros y los ha trasladado en aviones por todo el planeta.

Los presuntos terroristas han sido detenidos en prisiones secretas en el extranjero, donde han sido interrogados con métodos denunciados por abogados y organizaciones defensoras de los derechos humanos.

LAS TORTURAS Entre esos métodos figuran los golpes, la privación del sueño, las posiciones dolorosas, el submarino (inmersión forzada hasta que el preso está a punto de ahogarse) y otros métodos similares.

En junio, la CIA suspendió sus interrogatorios temporalmente, tras hacerse público un documento del 2002 donde se definía restringidamente lo que constituye tortura, que la Casa Blanca se apresuró a retirar y sustituir. Ahora, las cortapisas para interrogar a los detenidos pueden ser aún mayores en base a la ley aprobada este mes que prohíbe la tortura y el trato cruel a los detenidos bajo custodia de EEUU, incluyendo a los que están en manos de la CIA.

La agencia estudia cómo establecer lo que hay que hacer cuando un preso muere en sus manos. Según explicó el Post , citando dos fuentes, una de las propuestas que se sopesa es efectuar rápidamente su autopsia e incinerar el cadáver después.

SEIS DIAS DESPUES DEL 11-S Apenas seis días después del 11-S, Bush firmó una orden secreta para reforzar las agencias de espionaje. Ese fue el origen del GST, montado a toda prisa por la CIA, que en aquellos momentos tenía escasos informantes sobre Al Qaeda, carecía de interrogadores o medios de transporte para sospechosos de terrorismo, y sólo disponía de una pequeña unidad paramilitar. El presidente delegó en el entonces director de la agencia, George Tenet, la toma de decisiones. "George podía decidir, incluso sobre asesinatos", declaró al Post una fuente del espionaje.

La Casa Blanca insiste en que actúa en defensa propia y considera al mundo entero su campo de batalla. "Todo se hace sobre la base de que es defensa propia, así que pueden hacer lo que quieran porque nada está prohibido por la ley de poderes de guerra", critica una fuente oficial en relación al GST.

El Departamento de Justicia ha anunciado una investigación para averiguar quién filtró la existencia de ese programa a la prensa. La Casa Blanca sostiene que la Constitución le confiere autoridad para ordenar la vigilancia de los ciudadanos, para protegerles del terrorismo.