Las víctimas del terrorismo a un lado de la mesa, los ejecutores de los atentados, al otro. Cara a cara, por primera vez en Irlanda del Norte, los que han sufrido en carne propia las consecuencias de 30 años de violencia, hablan, escuchan y preguntan a quienes pusieron la bomba o apretaron el gatillo. Una experiencia de alto riesgo que ha llevado a cabo la BBC, en una serie para televisión de tres episodios realizados con la colaboración del arzobispo surafricano y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu.

Ante la cámara, en nombre de la reconciliación, el paramilitar lealista que salía a la caza de católicos, se explica ante la familia destrozada por la muerte a balazos del hijo adolescente. El soldado británico "que quería ser James Bond" reconoce ante la hermana de un joven católico, muerto posiblemente por sus disparos, que "tenía ganas de revancha" el día del mortal incidente.

Cuerpo desintegrado

Sentada junto a su hija, la viuda de uno de los 18 soldados británicos asesinados en 1979 en Narrow Water por el IRA, recuerda cómo finalmente, "dos años después de su muerte", recibió "el certificado de defunción del esposo al que nunca pudo enterrar y en el que se leía ´desintegración del cuerpo´". La respuesta de Joe Doherty, un antiguo preso republicano condenado por asesinato, sentado frente a ella, es brutal, aunque no sorprendente: "Siento decirlo, pero, por aquel entonces, yo estaba en la cárcel y, cuando supimos que habían caído 18, lo celebramos".

Facing The Truth (Enfrentándose a la Verdad) no es un programa fácil ni para sus protagonistas, ni para los espectadores. A pesar de huir del sentimentalismo melodramático, o del estilo reality show , la serie es profundamente perturbadora por la crudeza de las historias, la evidencia del dolor, el rencor acumulado, los remordimientos de quien sobrevivió o de quien mató. Salta a la vista que las heridas dejadas por más de 3.000 muertos hacen muy difícil cualquier intento de reconciliación entre las comunidades enfrentadas.

Quien ha matado no siempre se arrepiente y quien ha sufrido difícilmente perdona. Desmond Tutu sabía todo eso cuando el pasado otoño aceptó la invitación de la BBC para pasar una semana en Irlanda del Norte, oficiando los encuentros entre víctimas y ejecutores. A su lado tenía a la estadounidense Donna Hicks, de la Universidad de Harvard, con experiencia en programas de reconciliación en Oriente Próximo, Sri Lanka y Camboya. También contó con la escocesa Lesley Bilinda, cuyo marido fue asesinado en 1994 en el genocidio de Ruanda, país al que viajó para encontrar a los autores del crimen y saber la verdad sobre lo ocurrido.

Verdad indispensable

"La verdad" es, según Tutu, el elemento indispensable para tender los puentes que permitan superar los traumas de una comunidad enfrentada. Ese afán de dejar atrás la violencia y construir un futuro mejor es lo que decidió al antiguo miembro de la policía norirlandesa RUC, Michael Paterson, a aceptar la invitación de reunirse con un exmilitante del IRA. Hace años, los republicanos atacaron la patrulla de Paterson y el compañero que iba a su lado murió.

El perdió los dos brazos. Ahora, tras 15 minutos de diálogo, se despide de quien fuera su acérrimo enemigo tendiéndole una de sus manos ortopédicas, que el otro le estrecha. Tutu les felicita. "Nunca creí que llegaría el día en que me iba a sentar a la mesa con un miembro del RUC. Estoy muy impresionado", dice el exterrorista.

Otras víctimas no pueden superar la repulsión que les provoca el contacto con el asesino de uno de sus seres queridos. Es el caso de Silvia Hackett, quien escucha como el conocido exlealista Michael Stone, el hombre que mató a su marido, le dice: "Lo siento muchísimo". De pronto, cuando él le estrecha la mano, ella la retira de golpe y sale de la sala, diciendo entre lágrimas: "Oh, Dios mío". Stone ha declarado en una entrevista posterior, en la BBC, que el asesinato de Hackett, aunque "lamentable", estuvo "justificado".

Tampoco los miembros del IRA que han comparecido renegaron de lo hecho ni dijeron sentirse avergonzados. Esto ha dado pie para que algunos consideren que la serie, cuyo último capitulo se emitió el pasado lunes, ha servido para que los asesinos reivindiquen sus actos. Otros, como el profesor Roy McClelland, de la organización norirlandesa Healing through Remembering, (Curar recordando), considera que "la serie presenta la recuperación de la verdad de forma simplista".

Choque emocional

Hay quienes piensan que el choque emocional que implica el cara a cara de la víctima y el verdugo no es lo adecuado para superar un trauma. "Todos los participantes han dicho qua la experiencia les ha ayudado", responde el productor ejecutivo de la BBC, Jeremy Adams.

Una y otra vez, Tutu ha elogiado "la buena voluntad" y "el valor" de quienes han participado en los encuentros. Un coraje que algunos no tuvieron. Kevin Deehan, expreso del IRA, canceló en el último momento la entrevista con la familia de una de sus víctimas. En 1979, el policía norirlandés David Wray caminaba con sus hijos John y Lucy cuando Deehan le disparó por la espalda. John, que presenció la muerte de su padre, había aceptado verse con el pistolero. La cita deberá esperar.