Fue la victoria de un grupo de revolucionarias que cambio el mundo. La dura batalla por el derecho a voto de las mujeres en el Reino Unido, de unas militantes dispuestas a pagar el precio más alto por acabar con el ultraje. Aquellas pioneras de la igualdad ante la ley fueron perseguidas, encarceladas, estigmatizadas. En prisión protagonizaron largas huelgas de hambre. Una de ellas, Emily Wilding Davison, lo pagó con su vida, cuando se arrojó al paso del caballo del rey Jorge V, en el Derby de Epsom. Hoy se cumplen 100 años de aquel triunfo con el que se logró el derecho al voto femenino y los ojos del mundo se vuelven hacía aquellas británicas valientes y decididas, precursoras de las feministas del siglo XX.

Actos no palabras

La de las sufragistas fue una larga lucha. La primera petición ante el parlamento británico reclamando el voto femenino se había presentado en 1832. No se logró hasta casi un siglo más tarde. El movimiento nació en Manchester, a partir de una organización llamada Unión Política y social de Mujeres, creada en 1903 por Emmeline Pankhurst. Aunque sus impulsoras pertenecían mayoritariamente a la burguesía, Pankhurst logró movilizar a las trabajadoras de las fábricas textiles en el norte del país y del foco de miseria que era el este de Londres.

Hasta entonces la reclamación del voto femenino había sido ignorada por los políticos y era motivo de mofa y sarcasmos en la opinión pública. El grupo llegó a la conclusión de que hacían falta medios más contundentes para lograr el objetivo. Su slogan fue: “Actos y no palabras”. A diferencia de otras organizaciones pacifistas optaron por campañas mucho más radicales que dejaron estupefacta a una sociedad dominada por los valores tradicionales victorianos, donde las mujeres sólo podían ser esposas y madres.

Manifestaciones y bombas

En sus manifestaciones, las sufragistas rompían escaparates y peleaban con la policía, que a rastras las llevaban al calabozo. Aquellas mujeres convencidas de la injustica que sufrían, no dudaron en colocar bombas o sabotear las redes de tendido eléctrico. En 1913 llegaron a atacar con un explosivo el domicilio del primer ministro de la época, David Lloyd George. En la cárcel las militantes en huelga de hambre fueron alimentadas a la fuerza.

Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Pankhurst pidió a las activistas que suspendieran sus acciones para colaborar en los esfuerzos en la lucha nacional contra el enemigo. Finalmente, las mujeres obtuvieron el voto el 6 de febrero de 1918, aunque pasarían aún 10 años hasta que las británicas obtuvieran exactamente los mismos derechos de votos que los hombres. Pankhurst, cuya casa es hoy un museo, ya había muerto para entonces.