Israel está a punto una vez más de meter el pie en el fango libanés, ciénaga en la que es fácil entrar pero muy complicado salir. Centenares de soldados israelís, según el propio Ejército, combatían ayer tarde casa por casa en cuatro aldeas fronterizas del sur del Líbano como preludio a una inminente invasión terrestre. A solo unos centenares de metros, pero en territorio israelí, filas interminables de tanques y carros de combate escoltados por miles de soldados de infantería hebreos se fueron concentrando durante toda la jornada a la espera de la orden definitiva para la invasión.

Esta operación tiene como objetivo la creación de una zona de seguridad en el sur del país para contener el lanzamiento de proyectiles katiuskas, con los que la guerrilla libanesa de Hizbulá volvió a martillear ayer el norte de Israel, especialmente la ciudad de Haifa, donde 16 personas resultaron heridas. Para reforzar la incursión terrestre en suelo libanés, el Ministerio de Defensa israelí llamó a filas a 5.000 reservistas, a los que hay que sumar los 3.000 que se han incorporado ya durante esta inatajable escalada bélica. Lo peor, todo parece indicar, está aún por llegar.

OCTAVILLAS CON ADVERTENCIAS Anunciando el desembarco militar, la aviación lanzó octavillas sobre el sur del Líbano exhortando a la población a abandonar sus casas. La campaña israelí está atascada, por más que el jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Dan Halutz, asegurara que la ofensiva ha acabado con la vida de casi un centenar de milicianos de Hizbulá "de todos los niveles y rangos". Lo único cierto por ahora es que en nueve días de bombardeos devastadores sobre el territorio libanés, Israel ha sido incapaz de neutralizar la lluvia de katiuskas.

Los búnkeres y los túneles subterráneos que emplea la guerrilla chií permiten que su armamento esté fuera del alcance de los misiles aéreos, aunque Halutz acusó a Hizbulá de ocultarlo en mezquitas. Por eso, estos últimos días el Ejército ha estado enviando comandos de fuerzas especiales al interior de las aldeas fronterizas. En el cuerpo a cuerpo resultante, los militares israelís están saliendo mal parados. Ayer, el Ejército confirmó la muerte de cuatro soldados el jueves. Además, dos helicópteros Apache israelís se estrellaron mientras maniobraban cerca de la frontera. Murió un oficial.

CONSENSO DE LA POBLACION A la población israelí no parecen importarle mucho, de momento, los muertos: ni los 350 libaneses ni los 33 israelís que han caído. Nueve de cada 10 consideran que la respuesta de su Ejército está siendo "justa y correcta", y que el alto el fuego solo debe decretarse una vez que Hizbulá libere a los dos soldados capturados y sea expulsada del sur del Líbano, según una encuesta del diario hebreo Maariv .

Algunos analistas apuntaban ayer que, con la incursión terrestre, Israel pretende forzar el desplazamiento de las posiciones de la guerrilla por detrás del río Litani, situado a 32 kilómetros al sur de la frontera común. La historia volvería así a repetirse. En 1978, Israel invadió por primera vez el Líbano con la operación Litani, destinada a detener el lanzamiento de katiuskas por parte de las milicias palestinas de Al Fatá y crear una zona segura que llegó hasta orillas del río.