El Gobierno de Kenia ha anunciado su intención de cerrar los dos principales campos de refugiados del país, Dadaab y Kakuma, en los que actualmente residen unos 600.000 refugiados. La secretaria del Ministerio del Interior, Karanja Kibichio, ha asegurado que "teniendo en cuenta los intereses de seguridad nacional, el alojamiento de los refugiados debe llegar a su fin".

El Ministerio del Interior del país ha justificado su decisión alegando que los refugiados representan un lastre económicoy un riesgo para la seguridad nacional de Kenia. “De la misma manera que Estados Unidos cambió después del 11-S, Kenia cambiará después de Garissa”, ha dicho, por su lado, el presidente keniano, William Ruto, refiriéndose al ataque terrorista perpetrado por los yihadistas de Al Shabab contra una universidad del país en el que murieron cerca de 150 personas y que se cree fue planeado en el campo de Dadaab.

El Gobierno de Nairobi ya había tratado de clausurar los campos de refugiados en el 2013 -tras el ataque a un centro comercial también perpetrado por Al Shabab- y en el 2015 tras el ataque de Garissa, pero terminó echándose atrás por las quejas de la comunidad internacional.

En la declaración emitida públicamente el pasado viernes, el Ejecutivo de Kenia ha pedido a la comunidad internacional que acepte la responsabilidad colectiva sobre los refugiados para limitar las consecuencias humanitarias derivadas de su decisión. “El Gobierno de Kenia sabe que la decisión que ha tomado tendrá efectos adversos en las vidas de los refugiados y por ello la comunidad internacional debería tomar la responsabilidad colectiva de las necesidades humanitarias que surjan de esta acción”, se puede leer en el comunicado.

Como primer paso, el Gobierno ha disuelto el departamento de Asuntos de los Refugiados y los campos se tratarán de cerrar “en el menor tiempo posible”, según las autoridades. El presidente William Ruto ha dado un plazo de "tres meses" para que la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) "reubique a los refugiados antes de que el Gobierno actúe por su cuenta”.

LA ONU RESPONDE

La ONU, por su lado, ha alertado de que la nueva política dejará en la desprotección total a cerca de 600.000 refugiados. "Ante las consecuencias potencialmente devastadoras que tendría para cientos de miles de personas el fin prematuro de la acogida de refugiados, pedimos al Gobierno de Kenia que reconsidere su decisión”, ha advertido en un comunicado el organismo internacional. En su opinión, la medida está en "contradicción con las obligaciones internacionales hacia personas que necesitan protección por peligro y persecución".

La ONU ha aclarado que no apoya las repatriaciones forzosas, y que tan solo ayudará a volver a Somalia o Sudán, los dos países de origen más comunes entre los refugiados, a aquellos que lo pidan de forma voluntaria. “Nosotros solo vamos a apoyar el regreso voluntario de la gente de los campos de Kenia a Somalia o a cualquier otra parte, pero no sacaremos a nadie en contra de su voluntad”, ha declarado a EL PERIÓDICO Leo Dobbs, portavoz de ACNUR sobre África. Dobbs ha advertido que el organismo internacional no va a ejercer funciones policiales contra los refugiados.

"El ACNUR solo respaldará el retorno de refugiados desde los campos de Kenia que sean voluntarios y en los que se pueda asegurar tanto la dignidad como la seguridad de los refugiados", ha explicado a este diario Nora Sturm, del ACNUR. "Hasta el momento, desde que se inició el proceso voluntario de repatriación en diciembre del 2014, más de 13.500 refugiados han vuelto a sus países de origen, de los que cerca de 7.000 lo han hecho este año", ha añadido.

HAMBRUNA DEVASTADORA

Tres cuartas partes de los refugiados en Kenia proceden de Somalia. Muchos huyeron de la devastadora hambruna que azotó el país entre el 2010 y el 2012, pero también hay muchos que han huido de la violencia del grupo terrorista Al Shabab. Desde el 2011, las tropas de Kenia han luchado contra Al Shabab, responsables de los ataque de Garissa y el centro comercial, en los que murieron 147 y 61 personas, respectivamente. Otra parte importante de refugiados procede de Sudán del Sur, víctimas de la guerra que arrasa el país desde el 2013.

Dadaab, en el noreste de Kenia, es el campamento de refugiados más grande del mundo y en la actualidad alberga a casi 330.000 personas, la mayoría somalís. El de Kakuma, en el noroeste del país, acoge a 55.000 refugiados, la mayoría sudaneses.

"Por el momento, no podemos especular qué pasará con los refugiados que no quieran dejar Kenia, pero nosotros seguiremos apoyando nuestra política de repatriaciones voluntarias", ha explicado Strum.