El saldo del asalto efectuado el jueves por las guerrillas islamistas en Nalchik, capital de Kabardino-Balkaria, en el Cáucaso, ascendió ayer a 127 muertos, según fuentes oficiales rusas.

Murieron 24 miembros de las fuerzas de seguridad y 12 civiles, según comunicó el ministro de Interior ruso, Rashid Nurgaliyev, al presidente, Vladimir Putin. Nurgaliyev indicó que perecieron 72 rebeldes y 31 fueron detenidos. Jachim Shogenov, ministro de Interior de Kabardino-Balkaria, elevó la cifra a 91 guerrilleros muertos y 36 detenidos.

Las fuerzas de seguridad sofocaron ayer los últimos focos de resistencia rebelde. Un pequeño grupo de guerrilleros fue aniquilado al mediodía en una comisaría de Nalchik. Además, los dos últimos combatientes, atrincherados en una tienda, murieron en la intervención de los antidisturbios. Los tres rehenes (un hombre y dos mujeres) retenidos en el establecimiento salieron ilesos, según los datos oficiales.

SIGUEN LAS REDADAS "La fase activa ha concluido, ahora hemos entrado en la fase operativa. Buscamos al resto de guerrilleros", señaló Shogenov. Las autoridades locales de Nalchik, a 120 kilómetros de la frontera con Chechenia, informaron de que algunos de los 200 rebeldes que participaron en el motín habían logrado burlar el cerco establecido por las tropas federales la noche del jueves. Las fuerzas del orden continuaron ayer las redadas en busca de insurgentes.

Uno de los supuestos organizadores del asalto, Ilyas Gorchjanov, murió y su cuerpo fue identificado. Testigos presenciales afirmaron que entre los atacantes había representantes de varias etnias del Cáucaso y habitantes locales. La principal fuerza de choque la componía un destacamento que, según los servicios especiales rusos, estaba dirigido por el comandante checheno Shamil Basayev.

Según Nurgaliev, el asalto a la ciudad fue "mal preparado" y pudo haber sido una "cortina de humo" para distraer a las fuerzas del orden del grupo de Basayev, que fue cercado el jueves de madrugada cerca del aeropuerto de Nalchik cuando intentaba secuestrar un avión militar.

El presidente ruso calificó de "tragedia" la muerte de civiles y dirigió ayer un duro mensaje a los insurgentes, avisándoles de que no habrá piedad en el futuro. Putin destacó la labor de las fuerzas de seguridad, al afirmar que actuaron "coherentemente, efectivamente, duramente".