Sao Paulo ha vuelto a ser en las últimas horas la gran ciudad de la furia y el pánico: 52 personas murieron, en su mayoría policías, y más de 100 resultaron heridas después de que el grupo mafioso Primer Comando de la Capital (PCC) se lanzara a las calles y amotinara 36 prisiones en una de las acciones más sangrientas de la ya violenta historia brasileña. El ataque se prolongó hasta la madrugada de ayer en el centro y la periferia del estado más rico de Brasil e hizo temer a muchos la irrupción de un poder de fuego mayor. Unas 100 personas permanecen como rehenes de los amotinados en las prisiones.

La "facción criminal", como la llama la prensa paulista, intentó "vengarse" de las autoridades penitenciarias que decidieron trasladar a su líder, Marcos Willians Herba Camacho, más conocido como Marcola , así como a otros 700 integrantes de la banda, a cárceles más alejadas en las que no podrán ver televisión ni leer los diarios.

Un equipo de fútbol

Los ataques fueron perpetrados por los conocidos como "bin ladens", de acuerdo con el diario Folha de Sao Paulo . Así se llama a las personas que contraen deudas con el PCC y las saldan poniendo en juego sus vidas. Los "bin ladens" u "hombres bomba" fueron en su momento presos y luego recuperaron la libertad, pero no consiguieron dinero para pagar la "contribución mensual" --de unos 180 euros-- a la caja que maneja el grupo mafioso y que sirve para comprar armas, drogas y financiar las acciones de rescate de presos. Entonces se endeudan, al igual que los adictos que consumen a cuenta y quedan en manos del traficante.

El PCC nació en 1993 en la cárcel paulista de Piranhao. En principio eran solo ocho presos que formaron un equipo de fútbol al que bautizaron Comando de la Capital y que hizo suyo el símbolo chino del ying yang pintado en blanco y negro. Pero la pelota es apenas un juego y ellos buscaban otro horizonte más allá de los muros. Marcola e Idemir Carlos Ambrósio, alias Sombra o Playboy , los dos fundadores, se propusieron "combatir la opresión" dentro de las cárceles y vengar la muerte de los reclusos que cayeron en 1992 en la cárcel de Carandirú, en el motín más sangriento que se recuerda en Brasil. En febrero del 2001, Sombra coordinó con un móvil una rebelión simultánea en 29 prisiones paulistas. Murieron 16 reclusos. Nadie discutía su liderazgo.

Asesinado a cuchilladas

Pero cinco meses más tarde, sus propios compañeros lo acuchillaron. El tiempo y las sucesivas depuraciones dejaron a Marcola al frente de un grupo cada vez más amenazador. "El Partido no admite mentiras, la traición, la calumnia, el egoísmo ni el interés personal: somos todos para uno y uno para todos", reza su decálogo.

El secretario de Seguridad Pública, Saulo de Castro Abreu, prometió que esta vez se empleará a fondo contra el PCC. "La situación solo estaría tranquila si no enfrentáramos a los bandidos", dijo. El presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, en Viena cuando los "bin ladens" ganaron las calles, apuntó contra el exgobernador paulista, Geraldo Alckmin, del Partido Socialdemócrata, su rival en las presidenciales. "Esto es el resultado de un país que durante la mitad del siglo XX fue gobernado con la creencia de que la inversión en educación, salud y política social era un gasto. Hay que invertir en el pueblo, entonces no será necesario robar ni matar". Sus palabras se mezclaron con las balas.