Los británicos presenciaron ayer un intercambio sin precedentes de recriminaciones entre el príncipe Carlos y el Gobierno laborista de Tony Blair.

En el centro de la polémica están las consideraciones del heredero al trono acusando al sistema educativo actual británico de alimentar las ambiciones ilimitadas de los alumnos. "¿Por qué todo el mundo piensa que está calificado para hacer cosas por encima de sus posibilidades? La gente cree hoy que pueden ser estrellas del pop, jueces, presentadores de televisión, o jefes de Estado, sin el trabajo ni la habilidad necesarios", escribió el propio príncipe de Gales en un informe para justificar el despido de una secretaria, que había pedido un ascenso.

La empleada, Elaine Day, ha denunciado a Clarence House, la casa del príncipe, por discriminación laboral y el memorando ha salido a relucir como prueba en el juicio.

"No todos podemos nacer para ser reyes, pero todos podemos aspirar a hacer lo mejor para mejorar nuestra situación y la de nuestras familias", comentó ayer encolerizado el ministro de Educación, Charles Clarke, defensor a ultranza del sistema de méritos.

"No quiero entrar en polémica con el príncipe de Gales, pero creo que no entiende el sistema de educación británico y sus opiniones son anticuadas", señaló Clarke. El ministro recomendó además al heredero que "piense detenidamente antes de intervenir".

Viejas ideas

Poco después el príncipe Carlos le respondía sosteniendo que los que habían ridiculizado sus puntos de vista sobre arquitectura, medio ambiente y turismo hace 12 años ahora le daban ahora la razón. "La gente se da cuenta que las viejas ideas retornan", afirmó.