Que George Clooney pasara por Cannes sin hablar de Donald Trump habría sido tan improbable como que Luis Suárez estuviera 90 minutos jugando al fútbol sin marcar al menos un gol. "No va a ser presidente, porque nuestro país no se va a dejar dominar por el miedo", ha afirmado el actor sobre el candidato republicano a la Casa Blanca, y, justo antes de que alguien le pudiera replicar que de hecho el miedo sí ha condicionado la política interior y exterior de Estados Unidos en los últimos 15 años, ha cambiado de tercio. "Si Trump ha llegado donde está es porque muchos noticiarios no lo pusieron en tela de juicio".

Su referencia a la irresponsabilidad y la falta de transparencia de los medios de comunicación sí resulta más atinada, sobre todo porque es la premisa de 'Money Monster', la película que él y Julia Roberts han rodado a las órdenes de Jodie Foster y que hoy se ha presentado en el certamen galo fuera de concurso. En ella, Clooney encarna a un símbolo perfecto de las miserias del capitalismo, un cínico sin escrúpulos que sale por televisión para dar consejos financieros mientras hace el payaso, sin pensar un solo instante en que sus palabras podrían hacer que los televidentes lo pierdan todo. Eso precisamente es lo que le pasó al tipo que al principio de la película, durante la emisión en directo del programa, irrumpe en el plató con un revólver y un chaleco de explosivos. Exige respuestas y responsabilidades o hará volar el edificio por los aires.

Dar explicaciones más extensas sobre el argumento no procede, pero no por miedo al 'spoiler' sino porque no hace falta. En primer lugar, la premisa de un secuestro televisado ya ha sido explorada anteriormente en películas como 'Tarde de perros' y 'Mad City' o en el primer episodio de la teleserie 'Black Mirror', y gente que aprieta el gatillo en un plató de televisión es una situación ya planteada de la forma más impactante posible en 'Network' (1973), quizá la película que con más lucidez ha criticado las miserias del medio televisivo. Y, en segundo lugar, mucho hay que esforzarse para no adivinar todo lo que pasará después de ver apenas 10 minutos de película.

EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

Ese, de hecho, es el gran problema de 'Money Monster'. En su cuarta película como directora, es cierto, Foster nos introduce en el relato de forma inmediata y se las arregla para retenernos. No pierde el tiempo de detalles superfluos, ni se anda por las ramas ni cae en sentimentalismos obvios, y mientras tanto echa mano de la constante música de fondo y una cámara que no se queda quieta para disimular el hecho de que, en realidad, 'Money Monster' carece irremediablemente de la más mínima capacidad para generar suspense. No pasa de ser un ejercicio narrativo eficaz, en buena medida porque pese a que su centro moral es el secuestrador (representante de millones de personas que ya no aguantan más abusos), su figura pierde rápidamente peso dramático una vez que al personaje de Clooney se le despierta de repente la conciencia y, respaldado por el de Roberts (que le da instrucciones a través de un pinganillo sobre qué decir y qué hacer), se erige en un periodista incisivo e incluso en algo parecido a un héroe.

Es a través de Clooney que la película pretende meditar sobre lo que el actor ha definido como "el peligroso momento en el que los noticiarios han dejado de centrarse en informar para dedicarse a entretener y ganar dinero" y sobre la corrupción intrínseca al sistema financiero, a menudo recurriendo a toques de humor negro que aspiran a elevar la historia a la condición de sátira políticamente relevante. Pero todo cuanto en realidad nos ofrece al respecto son explicaciones simplificadas, papilla para bebés. El dinero es un monstruo, ¿hace falta decir más?