El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, salió ayer a la palestra para templar los ánimos en relación a la escalada nuclear en la península coreana. EEUU no tiene intención de "atacar" a Corea del Norte ni tampoco pretende desencadenar una "crisis" internacional en el Este asiático, a pesar de los repetidos gestos para reanudar su programa nuclear realizados por el régimen estalinista de Pyongyang, según declaró Powell a la cadena de televisión NBC.

Washington prefiere adoptar una actitud de esperar y ver e intentará convencer a lo largo de los próximos meses a las autoridades norcoreanas para que cumplan con sus compromisos internacionales y la Agencia Internacional de la Energía (AIEA) pueda reanudar las labores de supervisión de su programa nuclear.

UN ASUNTO PREOCUPANTE

A pesar de que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, declaró la semana pasada que EEUU puede hacer frente a dos conflictos armados en dos regiones del mundo, Washington prefiere contemporizar con Corea del Norte. El secretario de Estado recalcó ayer que su país no quiere "crear una atmósfera de crisis amenazando a Corea del Norte".

En declaraciones a NBC, Powell definió la escalada nuclear en la península coreana como "un asunto de gran preocupación, pero no es una crisis". Washington tampoco pretende dar solución al problema de forma inmediata, y prefiere concederse un plazo de varios meses para estudiar la evolución de los acontecimientos y convencer a Corea del Norte para que permita las inspecciones de la AIEA. "Permanecemos muy atentos; tenemos varios meses para comprobar cómo evoluciona la situación", afirmó Powell.

La política norteamericana de enfriar los ánimos con Corea del Norte al tiempo que se prepara un conflicto armado en Irak es considerado como ilógico por un analistas y dirigentes políticos. Todo parece indicar que el programa nuclear de Corea está mucho más avanzado que el de Sadam Husein, en el caso de que realmente lo tenga. Las inspecciones de la AIEA en el país asiático carecen de la envergadura y la minuciosidad de las realizadas por la Comisión de Control, Verificación e Inspección (UNMOVIC) en Irak y muchos analistas parecen creer que el régimen estalinista de Pyongyang, liderado por un dirigente, Kim Jong-il, caracterizado como "paranoico", es más impredecible que Sadam.

Nada más comenzar el año, representantes de Japón, Corea del Sur y EEUU deberán reunirse para discutir la estrategia a seguir para contener la amenaza nuclear de Pyongyang. Lo cierto es que las últimas semanas de tensión han puesto de nuevo en evidencia las diferencias que separan a las autoridades de Washington y Seúl.

El periódico The New York Times interpreta que la nueva política estadounidense consiste en alentar a los países vecinos de Corea del Norte a reducir sus lazos económicos con Pyongyang, a la vez que el Consejo de Seguridad de la ONU amenazaría al país comunista con sanciones por la expulsión de sus inspectores.

Asimismo, funcionarios norteamericanos bajo anonimato no descartan la imposición de sanciones en el caso de que Corea del Norte dé nuevos pasos para reactivar una central nuclear que utiliza tecnología susceptible de uso militar.

En cambio, los ciudadanos surcoreanos acaban de elegir nuevo presidente del país a Roh Moo-hyun, un hombre que defiende la política de aproximación con Corea del Norte y que llevó a su predecesor en el cargo, Kim Daejung, a realizar un histórico viaje a Pyongyang.

GESTOS AMENAZADORES

El régimen norcoreano continúa esgrimiendo gestos amenazadores, con la intención, según los analistas, de obligar a Estados Unidos a negociar directamente y a que reanude los envíos de combustible para producir energía eléctrica. Estos estaban suspendidos después de que saliera a la luz pública la supuesta existencia de un programa nuclear secreto en el país asiático. El editorial del diario oficial Rodong Simun subrayó que "los reaccionarios imperialistas están en un grave error si piensan que pueden poner al pueblo coreano de rodillas".