La nueva relación de igual a igual que ayer empezaron a buscar los dirigentes de Africa y de la Unión Europea (UE) reunidos en Lisboa se topó con un obstáculo, insalvable por ahora: las relaciones comerciales. La segunda cumbre con estos dos protagonistas se celebra siete años después de la primera, justo cuando los líderes europeos han visto cómo China se ha asentado en Africa, especialmente en la región subsahariana, donde algunas economías crecen entre el 5% y el 10%.

Los nuevos acuerdos que negocian ambas partes para sustituir el régimen comercial pactado por Europa con sus excolonias prevén la apertura progresiva de los mercados de esos países, y los estados africanos temen el aterrizaje masivo de productos europeos subvencionados que pueden acabar con las ya muy frágiles producciones. Especialmente duro fue el presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), Alpha Oumar Konaré: "Africa necesita tiempo para concluir acuerdos justos, para no correr el riesgo de abrir la vía de una sociedad no discutida, no analizada y no convenida con acuerdos de asociación que serán puestos en tela de juicio por los pueblos". Konaré pidió una prórroga que, hasta ahora, ha negado la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta institución estableció el 31 de diciembre como fecha tope para cerrar el acuerdo general, tras rechazar pactar concesiones unilaterales a cada país.

UNA BATALLA "CASI PERDIDA" "Africa no está de acuerdo con este tipo de asociaciones, que son una aproximación inadecuada. No nos pueden poner un plazo de 10 o 15 años para llegar al libre comercio", denunció el presidente de Senegal, Abdoulaye Wade. Añadió que la UE "casi ha perdido la batalla" frente a China, que en este caso ha sido mucho más "rápida" y ofrece productos "más baratos".

La relación comercial solo fue uno de los siete capítulos en los que se estructuró la cumbre. Los dirigentes también hablaron de paz y seguridad, derechos humanos, inmigración, energía, cambio climático y sociedad de la información, en algunos de los cuales, las diferencias volvieron a ser patentes. Fue el caso de los movimientos migratorios y de las libertades. José Luis Rodríguez Zapatero, encargado de los Veintisiete de disertar sobre la inmigración, denunció el "fracaso colectivo" que supone la inmigración ilegal y propuso un pacto euroafricano que garantice la escolarización, genere empleo y mejore las infraestructuras. Zapatero insistió en que se debe evitar la fuga de cerebros de Africa e "incentivar los retornos". Y llamó a la guerra contra la xenofobia y el racismo.

El español tuvo como pareja africana en este capítulo al líder libio, Muamar Gadafi, quien afirmó que la inmigración ilegal se debe al colonialismo europeo y al "pillaje" de sus recursos naturales. "O nos devuelven nuestros recursos o nos invitan a sus países. Dadme mil millones de euros y os prometo que no os exportaré inmigrantes", les espetó Gadafi a los dirigentes europeos.

MERKEL, CONTRA MUGABE El otro líder controvertido de la cumbre, el dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, pasó más inadvertido de lo previsto. Solo le leyó la cartilla Angela Merkel. La cancillera alemana dijo que la situación de Zimbabue "está dañando la imagen de la nueva Africa" y pidió que nadie mire para otro lado. La presencia de Mugabe ha provocado que Reino Unido, Chipre y la República Checa excusaran su representación al más alto nivel y enviaran a ministros de Exteriores.