Algo parecido a una orgía en un Ferrari ha desembocado cuatro años después en la cadena perpetua de un poderoso político. Entre una y otra se aprietan secretos de Estado, intrigas palaciegas y otros argumentos que ridiculizan las tramas de John Le Carré.

Ling Jihua ha sido condenado a cadena perpetua por un variado menú delincuencial. Ling no es un cualquiera: fue la mano derecha del anterior presidente, Hu Jintao, con un cargo similar al de jefe de personal. El tribunal lo ha sentenciado por corrupción, obtención de secretos de Estado y abuso de poder. La agencia oficial Xinhua no sugiere mucha beligerancia procesal. Ling ha desechado la apelación y calificado el proceso de acorde a la ley y la justicia, solemne, meticuloso, racional y civilizado. No se recuerda tanto entusiasmo hacia la justicia en un condenado. “Este proceso se ha quedado grabado en mis huesos y en mi corazón”, habría dicho en su declaración final.

El tribunal lo ha declarado culpable de cobrar sobornos“ excepcionalmente elevados” de 77,1 millones de yuanes (más de 10 millones de euros), de hacerse con secretos de Estado en“circunstancias criminales” y de causar “grandes pérdidas”al patrimonio público, a los intereses nacionales y al pueblo con su abuso de poder. La gravedad de los delitos apunta a la pena de muerte, pero la confesión y arrepentimiento de Ling justifican un castigo aliviado, aclara el tribunal.

FERRARI Y MUJERES DESNUDAS

Su carrera política refulgía y su nombre sonaba en las quinielas para integrar el selecto Politburó que pilota el país en el verano de 2012. Y entonces sucedió el drama: su hijo murió al estrellar su Ferrari en las calles de Pekín. Poco después se supo que dos señoritas a bordo estaban medio desnudas.

El caso acumulaba todos los ingredientes para alimentar el morboy el resentimiento social. Reveló, una vez más, el lujo en el que se mueven los hijos de los líderes políticos. Las preguntas sobre cómo pueden comprar coches de cinco millones de yuanes con sus magros sueldos oficiales apuntalaron la desconfianza hacia la clase política justo cuando Pekín abordaba un sensible relevo de poder. No se habló de otro asunto aquellos días a pesar de los esfuerzos ímprobos de Ling por acallarlo con la censura.

El proceso fue el habitual: la apertura de una investigación por la eufemística “violación grave de la disciplina del partido”, la retirada del carné, el abandono del cargo y el cerco a sus cómplices. También han sido acusados de recibir sobornos su hijo fallecido y su esposa, quien testificó contra Ling durante el juicio en una intervención grabada.

FAMILIARES INVESTIGADOS

Uno de sus hermanos está siendo investigado y otro huyó a Estados Unidos. Su exilio ha estimulado los rumores sobre un trato con Washington que incluiría la entrega de los códigos de lanzamiento de armas nucleares chinas. Fuentes citadas por Reuters aseguran que en el domicilio de Ling fueron hallados numerosos documentos clasificados.

La sensibilidad del caso explica que el juicio se celebrara a puerta cerrada. Ni siquiera se sabe si Ling pudo elegir a su abogado o fue designado por el partido. La justicia depende en China del Ejecutivo y no destaca por su transparencia.

Ling es el último caído en la vigorosa campaña anticorrupción emprendida por el presidente, Xi Jinping. Las condenas a Zhou Yongkang, antiguo zar de seguridad, y Zhou Enlai, exjefe del partido en Chongqing, ya certificaron una voluntad férrea por limpiar el partido. Algunos sugieren que la mediática campaña también es utilizada por Xi para desembarazarse de los elementos hostiles.