Ni! No! La propaganda electoral contra el Tratado de Lisboa deja las cosas claras, en gaélico y en inglés. Dos lenguas y un sinfín de razones, confusas y contradictorias, para rechazar la reforma. Basta con mirar los carteles del no colgados en Dublín para entender que cada uno interpreta a su manera la reforma institucional.

"La gente murió por tu libertad. No la tires", dice uno de los mensajes, que aparece junto a una copia superpuesta de la Easter Rising, la declaración en la que Irlanda fundamenta su independencia y supuesta neutralidad. "Te va a costar más impuestos. Vota No , advierte otro póster. "No a la privatización de la salud y la educación", dice un tercero.

Steve Barry, un treintañero que almuerza un sándwich en la puerta de su oficina, y entre bocado y bocado da una calada al cigarrillo, votará no. "Creo que Bruselas ya tiene demasiado poder e Irlanda puede perder su independencia", afirma. No teme que el país quede marginado: "Habrá otros países que reflexionen y nos apoyen".

Alan Fisier, taxista, responde que no sabe aún qué hará hoy, pero subraya: "Seguramente votaré no , porque no entiendo el Tratado, ni creo que nadie lo entienda". Fisier no se fía de los políticos que piden a coro el , "porque van a lo suyo". No contribuye, además, a fomentar confianza en el Gobierno el cartel de Bueno para Irlanda. Bueno para Europa , con la foto del exprimer ministro Bertie Ahern.

Chascarrillos

El exdirigente comparece estos días en un juicio por corrupción y sus explicaciones sobre operaciones financieras se han convertido en el chascarrillo nacional. Sentadas en el Expresso Bar, Lisa y Clare, dos estudiantes de ciencias, discrepan sobre la papeleta a elegir. Lisa irá a por el sí. "No podemos vivir fuera de Europa", dice. "Yo quiero irme a estudiar al extranjero y creo que es mejor no cerrarnos ninguna puerta", añade. Clare no lo tiene tan claro: "Estamos perdiendo nuestro estilo de vida, hay demasiadas normativas". Aborto, eutanasia, impuestos, desempleo, reducción de subsidios... todo se mezcla. La única realidad es que nadie parece escuchar consignas políticas.