Solo unas horas después de ser agasajado en la Casa Blanca con una cena de Estado el miércoles, el presidente chino, Hu Jintao, se topó ayer con una recepción radicalmente diferente en el Congreso de EEUU. En un clima de gelidez política, el mandatario se reunió con líderes republicanos y demócratas en las dos Cámaras y, aunque prácticamente no dejó tiempo para el diálogo, escuchó más reproches que los que habían salido la víspera de boca de Barack Obama.

Ya antes de su llegada, 80 congresistas habían firmado una carta alertando de que su paciencia en la disputa por la manipulación del yuan se ha agotado y otros 30 firmaron otra misiva urgiendo a la liberación del disidente y premio Nobel de la Paz encarcelado Liu Xiaobo.

Con esas recriminaciones como telón de fondo, Hu se reunió primero con cerca de una decena de representantes en la Cámara baja, aunque solo dos pudieron hacerle preguntas: el presidente, John Boehner, y la líder demócrata, Nancy Pelosi. Cuando esta inquirió sobre Xiaobo, Hu, según un congresista presente en la reunión a puerta cerrada, contestó "con evasivas".

ABORTOS FORZADOS También los derechos humanos aparecieron en las preguntas de Boehner, que en un comunicado explicó que le había mostrado su "profunda preocupación por los informes sobre violaciones de derechos humanos, incluyendo la negación de libertad religiosa y el uso del aborto forzado como consecuencia de la política de un solo niño".

Pese a esos y otros retos en la relación, el líder republicano definió a China como "el segundo mayor socio comercial de EEUU que indudablemente será un aliado económico vital en el futuro. Por eso --añadió-- es importante que sigamos resolviendo nuestras diferencias de forma que beneficien a nuestros países y ciudadanos".

ENCUENTRO CON REID Hu, que urgió a los congresistas a levantar barreras a las exportaciones de EEUU hacia China, tuvo también oportunidad de encontrarse cara a cara con el líder demócrata en el Senado, Harry Reid, que la víspera lo había definido como "dictador" aunque luego trató de matizar sus palabras. Ambos se saludaron antes de la reunión con senadores y mantuvieron un breve intercambio lejos de los micrófonos donde las sonrisas alejaron los fantasmas de una posible tensión.

Tras su visita al Capitolio, el presidente chino ofreció una conferencia en una comida organizada por el Comité Nacional de Relaciones EEUU-China y el Consejo de Empresas EEUU-China. Y si un día antes había reconocido en su rueda de prensa con Obama que su país tiene aún "mucho por hacer en materia de derechos humanos", ayer volvió a defender con contundencia que dos de los temas en que ha sido más denunciado y presionado, Taiwán y el Tíbet, entran dentro de la esfera de asuntos relacionados con "soberanía, integridad e intereses nacionales" en los que terceros países, incluyendo EEUU, se han comprometido a no interferir.

Hu renovó su compromiso de convertir a China en un "país socialista moderno" y defendió que "no representa una amenaza y no está sumido en carreras armamentísticas, nunca buscará la hegemonía o perseguirá una política expansionista".