Barack Obama supo como ningún candidato antes en EEUU aprovechar los movimientos ciudadanos y las nuevas tecnologías para movilizar a miles de personas que allanaron su camino a la Casa Blanca. Pero esta capacidad no es exclusiva de una ideología y ahora son los conservadores quienes han tomado las ondas, internet y las calles para protestar contra el presidente.

Decenas de miles de personas llegaron ayer a Washington desde todas las esquinas del país, mientras otras protestas menores se desarrollaban en otras ciudades, para denunciar al presidente y la reforma sanitaria pero, sobre todo, lo que consideran un excesivo papel del Gobierno en sus vidas: la política fiscal y los rescates económicos del sector financiero y de la industria automovilística.

Armados con pancartas, denunciaban su descontento. El sueño americano, descanse en paz , rezaba una. Los terroristas no destruirán EEUU, lo hará el Congreso , se leía en otra. Los zares pertenecen a Rusia , clamaba una más, en referencia al aumento de nombramientos a dedo en la Administración.

Los participantes estaban organizados por varias asociaciones de fiscales conservadores, de libertarios y de independientes que llevan meses quejándose. Las protestas arrancaron en febrero, se repitieron en abril, coincidiendo con la fecha límite para pagar los impuestos, y alcanzaron su máxima expresión durante las sesiones en las que los congresistas explicaron a los ciudadanos la reforma sanitaria.

LOS PERIODISTAS Son grupos como Freedom Works, The Tea Party Patriots y ResistNet, pero no se pueden entender las protestas tampoco sin periodistas ultraconservadores como el locutor radiofónico Rush Limbaugh o Glenn Beck, exitoso presentador del canal Fox News no exento de controversia (recientemente varias compañías retiraron sus anuncios después de que vinculara las políticas de Obama con las del nazismo).

Para el Partido Republicano, esos grupos y comunicadores representan una posibilidad de conseguir movilizaciones que el propio partido es incapaz de congregar. Varios congresistas se sumaron a la marcha y la apoyaron. Pero ese vínculo representa también el riesgo de asociación con algunas actitudes extremas, como el uso de esvásticas, banderas confederadas --normalmente asociadas con el racismo del sur-- o de fotografías que convierten a Obama en Adolf Hitler.

De momento, las figuras republicanas tratan de mantener la distancia no con el movimiento pero sí con los extremistas, de la misma forma que el partido denunció inmediatamente el miércoles la inédita salida de tono en el Congreso de Joe Mint, el representante que gritó mentiroso a Obama mientras este daba su discurso sobre la reforma sanitaria.

"Esta gente no son radicales de extrema derecha --defendía ayer en la marcha celebrada en Washington el senador republicano por Carolina del Sur, Jim DeMint--, simplemente espero que el Congreso, el Senado y el presidente reconozcan que la gente tiene miedo de lo que está pasando", afirmó.