Estamos listos». El líder laborista, Jeremy Corbyn, proclamó ayer ante los militantes entregados en Brighton que el partido «está en el umbral del poder». El de los conservadores de Theresa May, afirmó, es un Gobierno débil y dividido, incapaz de sacar adelante las negociaciones del brexit, «el mayor reto que existe ahora en la política británica», que los laboristas se ofrecen a dirigir. «Tengo un mensaje muy simple para el Gobierno: por favor, póngase de acuerdo o dejen la plaza libre», señaló Corbyn.

«Los tories tienen más interés en tomar posiciones en su propio beneficio que en obtener el mejor acuerdo posible para el Reino Unido», les reprochó, para añadir: «El interés nacional jamás ha estado tan mal servido en un asunto tan capital».

Si hubiera que elegir «una sola razón para que los tories se marchen, el embrollo interesado del brexit sería suficiente», añadió el líder laborista. Sobre la línea de su partido ante la salida de la Unión Europea, algo que ha venido creando tensiones internas, Corbyn dejó claro que «como socialdemócratas aceptamos y respetamos el resultado del referéndum», si bien «eso no significa dar luz verde a la aventurada agenda del brexit de los tories».

El «cambio socialista» / Durante la hora y quince minutos que duró el discurso de clausura de la conferencia anual de los laboristas, un Corbyn cada vez más seguro de su tirón electoral trató de convencer a los británicos que dudan de su credibilidad como futuro primer ministro. «El centro político no es hoy lo mismo que hace veinte años, después del crack económico y de años de austeridad», señaló, apuntando al «nuevo laborismo» de Tony Blair, definitivamente enterrado. La posición de Corbyn es claramente a la izquierda de aquel centro, con el que Blair venció en las urnas tres veces. Un «cambio socialista» radical, que ha prendido muy especialmente entre los votantes más jóvenes y que parece equiparar los regímenes autoritarios con las democracias en las que los gobernantes y las élites no escuchan a la gente.

En las elecciones de junio, los laboristas lograron un gran avance y treinta escaños más en la Cámara de los Comunes. «No fue suficiente», reconoció Corbyn. «Seguimos en la oposición, por ahora», dijo para añadir: «Pero nos hemos convertido en un Gobierno en ciernes». Los conservadores ganaron las elecciones, si bien May perdió la mayoría, lo que la ha dejado en una situación de gran inestabilidad, con la autoridad minada por las feroces luchas internas que se están librando a diario entre los miembros del Gabinete. En el partido laborista reina en cambio una inesperada unidad.

Corbyn criticó un sistema financiero que no ha cambiado tras la crisis. Su laborismo sería más intervencionista. «Un nuevo modelo en el manejo de la economía», declaró, con nacionalizaciones de servicios públicos como el agua o correos. «Estamos listos para reducir las desigualdades sociales y reconstruir la sanidad pública». Corbyn fue despiadado en sus críticas a los conservadores con respecto al incendio de la torre de Grenfell, «una tragedia que se pudo haber evitado».

Los cambios en el sistema de viviendas sociales será una prioridad de los laboristas, con control de los alquileres y protección frente a los abusos de los caseros. También se comprometen a abolir las tasas universitarias, porque «somos el partido de la unidad entre generaciones y comunidades, en lugar de enfrentar a jóvenes y mayores que es lo que hacen los conservadores».