Jeremy Corbyn acudió con cara de entierro al discurso de la reina. Ni siquiera intercambió unas palabras de cortesía con Boris Johnson cuando, como líder de la oposición, cruzó junto al primer ministro el lobby del palacio de Westminster camino de la Cámara de los Lores, donde les aguardaba la soberana. El paseo ante las cámaras fue una humillación pública tras la pérdida de 59 diputados, medio centenar de ellos a manos de los conservadores.

A la hora de hacer la autopsia de tantos caídos en la batalla, Corbyn sigue sin aceptar responsabilidad, a pesar de ser el comandante en jefe. En su versión de lo ocurrido, la culpa de la derrota la han tenido el brexit y los medios de comunicación. En la calle donde vive, en el barrio londinense de Islington, un lugar frecuentado por los periodistas, hay carteles en los que puede leerse: «La prensa vendida no es bienvenida. BBC deja nuestra calle y vete a servir a tus jefes billonarios». Corbyn repitió la misma cantinela en una reunión el martes con los parlamentarios laboristas que quedan en la Cámara de los Comunes. Impasible, volvió a defender su programa, ante la cólera de los que pedían su dimisión. «El laborismo ha sido tomado por un grupo de chicos de colegios privados estalinistas», afirma Siobhain McDonagh, una de las presentes, que ha logrado conservar el escaño.

«Quiero que Corbyn se vaya inmediatamente y quiero que la gente que tiene alrededor se vaya también, inmediatamente, porque no estoy convencida de que pueda haber unas elecciones, para elegir nuevo líder de manera libre y justa con esa gente alrededor», añadió. Pero Corbyn no tiene intención de dimitir y tampoco lo ha hecho nadie de su equipo, incluidas las dos personas que dirigieron la desastrosa campaña.

Renovarse o morir

A pesar de haber sufrido la mayor derrota desde 1935, los corbynistas están decididos a retener el control. «La extrema izquierda se ha hecho con el Partido Laborista y si sigue en el futuro, creo que el Partido Laborista está acabado», ha dicho el exprimer ministro, Tony Blair, el único líder laborista que ha ganado una elección (tres en realidad) desde 1974. El laborismo ha caído en un hoyo profundo y la lucha interna no hace más que ahondarlo. La recuperación, si llega, será lenta. Boris Johnson tiene fácilmente una década por delante.