Tercer día consecutivo de amenazas norcoreanas, con gravedad creciente a medida que se acercan las maniobras militares de Washington y Seúl. Pyongyang prometió ayer que "el Ejército y el pueblo contraatacarán, de forma legítima, con su poder de disuasión nuclear" a esos ejercicios que debían empezar hoy y prolongarse durante cuatro días en el Mar del Japón.

Según la KCNA, la agencia norcoreana de noticias de retórica siempre inflamada, el país está listo para "empezar en cualquier momento una guerra santa basada en el poderío nuclear para defenderse del imperialismo estadounidense y las marionetas surcoreanas que han llevado la situación hasta el borde de la guerra".

Un día antes, un oficial norcoreano ya había alertado que las maniobras no solo comportaban un peligro para la zona, sino para "la paz mundial". La respuesta estadounidense fue más templada. El Departamento de Estado desechó participar en una "guerra de palabras" y aclaró que esperan de Pyongyang "más acciones constructivas" y menos retórica provocadora.

Un alto militar surcoreano afirmó que no se han detectado aún maniobras sospechosas al otro lado del paralelo 38, pero que se ha reforzado la vigilancia. Los expertos señalan que el relevo en el poder norcoreano, forzado por la precaria salud del dictador Kim Jong Il, podría empujar a este a una muestra de fuerza que contentara al poderoso estamento militar.

Las maniobras han elevado aún más la tensión en la península coreana. Según Pyongyang, son "tan temerarias como despertar a un tigre dormido". Están previstos ejercicios navales y aéreos con una veintena de buques de guerra, 200 cazas de combate y 8.000 efectivos, liderados por el portaviones nuclear estadounidense George Washington. Por primera vez acudirán observadores militares de Japón, tradicionalmente enfrentado al régimen norcoreano, y cuya presencia se interpreta como un gesto de apoyo.