El anhelo estadounidense se ha cumplido tras más de una década de insistencia. Washington y Seúl han acordado hoy el despliegue de un escudo antimisiles que podría suponer una jugada decisiva en una región donde se discute la hegemonía global. Su objetivo declarado son los desmanes norcoreanos, pero Pekín y Moscú ven en él un mecanismo para controlarles.

La Terminal de Defensa Aérea de Alta Altitud (THAAD, por sus siglas inglesas) será operativo a finales de 2017, según la agencia surcoreana Yonhap. En los próximos días se decidirá su ubicación, un trámite árido porque la población se opone por miedo a convertirse en objetivo militar prioritario de Pyongyang. Pero el Ministerio de Defensa surcoreano y los representantes de las 28.500 tropas estadounidenses destinadas en el país asiático lo dan por seguro.

“Corea del Sur y Estados Unidos han tomado la decisión de conjunta de desplegar el THAAD como una medida defensiva para incrementar la seguridad del Sur y su pueblo, así como proteger la alianza militar de las armas norcoreanas de destrucción masiva y sus misiles balísticos”, reza el comunicado conjunto. “Estará focalizado únicamente en Corea del Norte y no en ningún otro país”, añade el ministerio surcoreano.

RECELO DE RUSIA Y CHINA

El intento de tranquilizar a Rusia y China ha sido inútil. Pekín ha expresado pocas horas después en un comunicado su “fuerte disgusto y firme oposición” y pronosticado que no ayudará a alcanzar la desnuclearización de la península coreana sino que "dañará la paz y la estabilidad en la región”. Moscú espera que las partes implicadas “sopesen todas las circunstancias y eviten acciones apresuradas que podrían provocar consecuencias trágicas e irreparables para el noreste de Asia”. Militares chinos ya advirtieron semanas atrás que ambos países podrían acumular más misiles y desplegar submarinos nucleares para contrarrestar al escudo.

Los THAAD, en servicio desde 2008, están formados por un radar, seis plataformas de lanzamiento montados sobre camiones, 48 misiles y un panel de comunicaciones. Los 4.000 kilómetros de alcance de su radar cubrirían una buena porción de suelo ruso y chino, lo que concedería a Washington una información muy valiosa y podría también inutilizar sus misiles. El radar también alcanza el Mar del Sur de China, donde las fuerzas militares chinas y estadounidenses acumulan roces.

Seúl había ignorado las peticiones de Washington por las presiones chinas y rusas pero la escalada de desafíos norcoreanos de principios de año facilitó que en febrero anunciase el inicio de las negociaciones. Pyongyang acababa de realizar su cuarto ensayo nuclear y lanzar un misil de larga distancia. Los cinco meses necesarios para cerrar el acuerdo revelan la alta sensibilidad del asunto, señalan los expertos. Finalmente ha vencido el temor a Corea del Norte. El país regido por la dinastía de los Kim cuenta con un millar de misiles, un 85 % de los cuales apunta a Corea del Sur. Seúl sólo dispondría de entre cuatro y ocho minutos para abatir un proyectil después de su lanzamiento antes de su impacto.

La plataforma ha estimulado el debate entre los expertos. Se discute no sólo si China es el objetivo principal o secundario del THAAD sino incluso su eficacia contra la amenaza norcoreana. Muchos argumentan que sería inútil para interceptar buena parte de los misiles porque el sistema carece de la velocidad y el alcance necesarios.