Incapaces de cerrar las heridas del pasado, fragmentados en la lealtad a distintas familias irreconciliables y frustrados por la imparable pérdida de influencia en un Estado que un día dominaron, los cristianos libaneses son la comunidad más frágil del país.

A diferencia de chiís y sunís, carecen de un líder que los aglutine y los odios entre sus dirigentes superan los recelos de las dos corrientes musulmanas. La división entre el Gobierno y la oposición ha agudizado la fractura en la comunidad cristiana. Y el vacío presidencial les ha dejado sin el único cargo institucional relevante en su poder.

Francia fundó la República del Líbano en 1926. Hoy los cristianos son minoría y los Acuerdos de Taif tras la guerra igualaron el poder parlamentario de cristianos y musulmanes. Todos creen que la solución a la crisis está en las elecciones anticipadas.