"Vienen cambios profundos", anunció Cristina Fernández de Kirchner en la madrugada de ayer, al cerrar su campaña en la periferia bonaerense. Y aquí, a 2.700 kilómetros al sur de la capital argentina, muchos la escucharon como si ya fuera presidenta. Ocho de nueve encuestas predicen que la primera dama obtendrá el 45% de los votos necesarios para imponerse en primera vuelta. Según Elisa Carrio, segunda en los sondeos electorales, las encuestas no reflejan la realidad y habrá sorpresas.

"Cristina gana en primera porque hay una fiesta del subsidio. Pero no se confunda: los mismos que la votan, critican por lo bajo su estilo autoritario", afirma Pedro Muñoz, principal dirigente del sindicato de maestros, que este año desafió el corazón del poder de los Kirchner en la provincia de Santa Cruz.

En esta ciudad patagónica se forjó el proyecto político matrimonial. "El y ella son lo mismo. No hago distinciones", dice Muñoz. Antes de ser presidente, Néstor Kirchner fue alcalde de Río Gallegos y gobernador santacruceño en dos ocasiones. Santa Cruz se convirtió en escenario de las principales y más violentas protestas por reivindicaciones salariales y laborales que afrontó durante su gestión. "Los Kirchner se manejan en Santa Cruz como patrones de finca. Antes, sin embargo, podían caminar tranquilos y sin custodia. Ya no. La gente está perdiendo el miedo, a pesar de que el 65% viva del empleo público", dice Rubén Lasagno, fundador de la agencia de noticias independiente OpiSantaCruz. "Mienten por interés o porque no la conocen: es apasionada y fuerte. Tiene convicciones", la defiende ante este cronista la presidenta de la Cámara de Diputados provincial, Judith Forsman. El Parlamento de Santa Cruz tiene 24 diputados. Solo dos pertenecen a la oposición.

Aunque es senadora por su Buenos Aires natal, Cristina mantiene su domicilio en Río Gallegos. "Acá la esperamos para celebrar", dice un vecino.