El último órdago de Irán a Occidente tiene un regusto de engaño y burla. Como si de un guión perfectamente calculado se tratara, el régimen de los ayatolás dejó que el mundo entero atisbara como verosímil la liberación de Sakineh Ashtiani --la mujer iraní de 43 años condenada inicialmente a morir lapidada por adúltera y también a prisión por el asesinato de su marido-- al permitir que las fotografías de la condenada con su hijo en la casa familiar circularan durante horas libremente sin dar detalle alguno de por qué se encontraba fuera de la cárcel.

El Comité contra la Lapidación, la organización con sede en Berlín que abandera la causa de la iraní, lanzó las campanas al vuelo al interpretar las imágenes como una muestra incontestable del final feliz. Craso error pensar que el maquiavelismo no podía ser tanto. "Un exceso de euforia y esperanza", reconocía ayer la portavoz del comité, Mina Ahadi.

Tras dejar el tiempo prudencial para que todo el engranaje mediático se pusiera en marcha --los principales diarios internacionales recogían ayer de forma destacada una noticia acompañada, eso sí, de múltiples interrogantes ante la falta de confirmación oficial-- llegó un primer dato: Ashtiani había sido excarcelada para realizar un documental para la televisión iraní por satélite Press TV. Sin más.

El planteamiento de la noticia de la edición de ayer del periódico francés Libération muestra claramente la confusión en la que Irán sumió al mundo durante horas. Una doble página daba cuenta de la posible liberación de la condenada mientras los interrogantes y miedos plasmados en un billete de opinión por el filósofo Bernard-Henry Lévy, abanderado de la causa en Francia, resultaron más que premonitorios . "Hemos gritado nuestra alegría pero hace falta esperar todavía" era el título. Decía así: "Hacen falta algunas horas todavía antes de poder decir si estamos ante el acontecimiento magnífico que esperamos o de una intoxicación gigantesca y abyecta". Fue lo segundo. Luego pedía perdón a los lectores por haber sido "demasiado prudente, exageradamente pesimista o aguafiestas".

Confesión

Efectivamente, no fue hasta horas más tarde cuando el régimen ya se quitó definitivamente la careta. La mujer iraní, ya un icono de la lucha por los derechos humanos en el país persa, no solo no iba a ser liberada sino que el documental en cuestión era una reconstrucción del asesinato de su marido donde ella confiesa su implicación.

"En contra de la vasta campaña llevada a cabo por Occidente de que Sakineh Ashtiani ha sido liberada", señalaba un comunicado de la televisión oficial iraní, "un equipo de televisión ha pactado con las autoridades judiciales acompañar a Sakineh a su casa para la reconstrucción del crimen".

El Comité contra la Lapidación aseguró ayer que el documental incluye la confesión de Sakineh de su participación en el asesinato cometido junto a uno de los hombres con los que, supuestamente, mantuvo relaciones extramatrimoniales.

En un comunicado hecho público ayer, el comité asegura que en el programa pudo verse a Sakineh confesando, de manera "forzosa y bajo tortura", los crímenes de los que se le acusa. "Después de torturar a los cautivos y de mandar un mensaje televisado, --añade el comunicado-- el régimen iraní espera que se reduzca la presión de la comunidad internacional sobre él".

"Pendiendo de un hilo"

"Sin embargo, con este tipo de acciones el régimen deja entrever su carácter criminal y cómo es su sistema judicial". En la misma línea se pronunció Amnistía Internacional, entidad organizadora de la campaña de recogida de firmas que ha sido un éxito rotundo.

"Si las autoridades pretenden utilizar esta confesión para intentar construir un nuevo caso en su contra, por un delito por el que ya ha sido juzgada y sentenciada, lo condenaríamos con la mayor firmeza", declaró el director adjunto de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de Africa, Philip Luther. El director de Amnistía Internacional España, Esteban Beltrán, abundaba en la denuncia: "La única realidad es que Sakineh corre todavía riesgo de ser lapidada o ahorcada. Su vida sigue pendiendo de un hilo y está en manos de las autoridades iranís, que han ido paulatinamente cercando su vida".

Los mismos Gobiernos que el jueves se congratularon de la noticia, como Italia y Canadá, lamentaron ayer el desenlace. Ocurría ayer. Día de los Derechos Humanos.