Irak vivió ayer la jornada más sangrienta de los dos últimos meses. Al menos 60 personas murieron, la mayoría civiles, y más de un centenar resultaron heridas en cuatro atentados con explosivos. El más mortífero se registró en Baquba, capital de la provincia de Diyala, a 65 kilómetros al noreste de Bagdad. Un vehículo aparcado estalló frente a un restaurante situado muy cerca de un edificio gubernamental y del principal tribunal de la ciudad. En el momento de la explosión, la zona estaba abarrotada de gente.

Fuentes policiales dijeron que el vehículo fue un autobús. La deflagración destruyó el restaurante y afectó a más de una decena de comercios. Las autoridades elevaron la cifra provisional de muertos a 40, entre ellos mujeres y niños, y la de heridos, a 80.

También fue un kamikaze el que ayer acabó con la vida de 13 iraquís que estaban comiendo en un restaurante de una zona industrial de la ciudad de Ramadi, la capital de la provincia suní de Anbar, ubicada a 100 kilómetros al oeste de la capital iraquí. El suicida entró en el local y activó la carga explosiva, aunque otras fuentes dijeron que el terrorista conducía un vehículo. En Bagdad, en el barrio de Karrada, un coche bomba saltó por los aires cerca de una patrulla de policía, mató a tres civiles e hirió a otras ocho personas. También en la capital, un artefacto camuflado en el asfalto acabó con la vida de dos barrenderos. Estos ataques, sobre todo los de Baquba y Ramadi, constituyen un repunte en el número de atentados indiscriminados cometidos contra civiles, que se habían reducido significativamente en los últimos meses.

Mientras tanto, sigue abierta la guerra que libran el Gobierno iraquí y la milicias del clérigo radical Moqtada al Sadr. Ayer se registraron combates entre soldados estadounidenses y milicianos en Ciudad Sadr (Bagdad). El balance de los enfrentamientos fue de seis muertos y 26 heridos, todos seguidores de Sadr, según la versión del Ejército de EEUU. La policía iraquí, sin embargo, señaló que entre los fallecidos había dos niños.