Sorprende, al volver a Puerto Príncipe casi seis meses después del terremoto, ver edificios derrumbados como al día siguiente de caer. Debajo de los escombros, unos muertos que ya han dejado de llamar la atención de los vivos porque su olor ya no les recuerda que siguen ahí abajo. Ya no huele a muerte en Puerto Príncipe.

En este escenario es habitual la imagen de un hombre solo en medio de una montaña de ruinas sacando los escombros con sus manos, con una carretilla a sus pies como única herramienta. Al ver la estampa uno no puede evitar preguntarse si terminará algún día. A veces lo hacen en grupo, en brigadas muy visibles gracias a las llamativas camisetas repartidas por las oenegés más potentes que operan en el país. Estos ciudadanos haitianos son los beneficiarios del cash for work --dinero por trabajo--, una fórmula autorizada por el Gobierno de Haití y aplicada por la ONU y oenegés de todo el mundo con el doble objetivo de hacerlos partícipes de la reconstrucción del país y, al mismo tiempo, convertirse en una fórmula de control social. La tarifa oficial establecida por el Gobierno de Haití para el cash for work es de 150 gourdes (cinco dólares o unos cuatro euros). Generalmente, ese dinero sale de las arcas de las organizaciones internacionales y las oenegés porque el Gobierno no puede hacerse cargo. Labores de desescombro de edificios y de limpieza de los viales por donde circulan las aguas residuales son las más habituales.

No es fácil. Hay más demanda que oferta y las peleas para lograr un puesto en la brigada son el pan de cada día. "Reclutamos a gente que sea del barrio donde se realizan los trabajos y que cada vez sean personas diferentes para dar oportunidades a todos", explica el coordinador local de Oxfam, Lombard Charly. Para la mayoría de haitianos, 150 gourdes son la comida de cada día.