Tras meses de olvido debido a la guerra de Irak, Afganistán volvió ayer a acaparar la atención de la opinión pública internacional. Al menos cuatro soldados de nacionalidad alemana pertenecientes a la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) y un terrorista suicida perecieron ayer en Kabul al explotar un coche bomba al paso del autobús en el que viajaban. Se trata del atentado terrorista más sangriento contra las fuerzas de paz desplegadas en el país centroasiático desde la desintegración del régimen talibán, hace ya 18 meses.

El atentado sorprendió al presidente afgano, Hamid Karzai, durante un viaje a Londres, adonde se había dirigido con la intención, según sus palabras, de "recaudar fondos" para reconstruir su país, tras décadas de guerra civil. Según la primera versión de lo ocurrido hecha pública por los portavoces de la ISAF en Kabul, un vehículo hizo explosión a primera hora de la mañana al paso del autobús en el que viajaban los soldados alemanes.

ANTECEDENTES DE AL QAEDA

A pesar de que las autoridades afganas prefirieron no pronunciarse acerca de la autoría del atentado, en incidentes similares anteriores, las fuerzas policiales locales culparon a activistas del depuesto régimen talibán y al grupo terrorista Al Qaeda, liderado por Osama bin Laden.

En un principio, se informó de la muerte de tres soldados alemanes. Más tarde, desde Berlín, el ministro de Defensa alemán, Peter Struck, elevó la cifra de muertos a cuatro. Otros 29 militares alemanes sufrieron heridas de diversa consideración, siete de ellos graves. Además, un número indeterminado de civiles afganos también resultaron heridos como consecuencia de la explosión, según admitió Struck, quien además confirmó que se trataba de un acto suicida.

Las autoridades militares alemanas tenían previsto repatriar a los heridos más graves a Alemania en cuanto fuera posible, ya que se temía por la vida de algunos de ellos. Los soldados viajaban hacia el aeropuerto de Kabul para regresar a su país tras haber finalizado su misión pacificadora en Afganistán.

En Alemania, el canciller Gerhard Schröder, uno de los paladines de la no intervención en Irak durante los meses previos a la guerra, se declaró "consternado" por la acción terrorista, y calificó a sus autores de "enemigos de la paz y la estabilidad en Afganistán". En idénticos términos se expresó el presidente afgano, Hamid Karzai. Tras regresar de Gran Bretaña, Karzai condenó el atentado y prometió una "total cooperación" de la policía afgana y de los servicios de espionaje para dar con los responsables de la acción terrorista. A pesar de las gélidas relaciones entre Alemania y Estados Unidos, el presidente George Bush llamó por teléfono a Schröder, para transmitirle sus condolencias.

El recrudecimiento de las acciones terroristas en Afganistán coincide precisamente con la creciente preocupación en medios afganos de que la comunidad internacional y en especial la Administración de George Bush abandone Afganistán a su suerte. En los últimos meses, los dirigentes afganos habían denunciado la posibilidad de que la difícil posguerra que vive Irak desvíe hacia ese país fondos y recursos, condenando a Afganistán al olvido.

VENGANZA DE LOS TALIBANES

Tras un año y medio del desplome del régimen talibán, la autoridad de Karzai apenas se extiende más allá de los límites de Kabul y los señores de la guerra afganos continúan imponiendo su ley en las zonas del país que controlan.

El pasado miércoles, decenas de talibanes murieron en un enfrentamiento armado con fuerzas afganas e internacionales, afirmó la ISAF. El líder espiritual de los talibanes, el mulá Omar, ordenó a su fuerzas que se reagruparan para vengarse, según un comandante talibán.