Vilma Espín, la eterna primera dama en funciones de la revolución cubana, combatiente en la clandestinidad y rebelde en las montañas, siempre al lado de su cuñado Fidel Castro, falleció el pasado lunes a los 77 años.

Desde hace tres años, por la isla corría el rumor de que Vilma padecía una enfermedad incurable, y desde entonces la única vez que se la vio en público fue el 24 de julio del 2004, en el entierro del bailarín Antonio Gades, en el Mausoleo del Segundo Frente en la Sierra Maestra. Allí serán sepultadas las cenizas de la última gran figura femenina de la revolución.

Con una única rosa roja en la mano y el rostro contraído, Raúl, al frente de la nación desde que su hermano Fidel enfermó, presidió ayer junto a su familia y a la plana mayor del régimen las honras fúnebres en el Memorial José Martí, en la Plaza de la Revolución. Miles de cubanos se acercaron hasta allí para rendirle un último tributo.