Nadie dijo que la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea de ayer y hoy en Bruselas, focalizada en la política migratoria, fuera a ser fácil. La desastrosa gestión de los últimos años, los problemas políticos internos en Alemania o Italia y la exigencia de mano dura de los países de Visegrado (Hungría, Polonia, República checa y Eslovaquia) complicaron enormemente este debate pero fue el Gobierno del primer ministro italinao, Giusseppe Conte, el que dio el golpe más fuerte ayer sobre la mesa. O se aceptan sus propuestas en materia de inmigración o bloqueará los acuerdos de la cumbre.

«Nuestras propuestas son razonables, conformes al espíritu y a los principios de la UE. Estos últimos años Italia ha recibido expresiones de solidaridad de palabra. Esta es la ocasión de dar pruebas de solidaridad con hechos», reclamó a su llegada a la sede del Consejo. Al cierre de esta edición, Italia bloqueaba todavía el documento de conclusiones de la cumbre que incluye además del capítulo migratorio compromisos políticos en materia de seguridad y defensa, comercio, innovación y digital y relaciones exteriores.

Los 28 jefes de Estado y de Gobierno tenían previsto aprobar los textos -que requieren unanimidad- tras la primera sesión de trabajo pero Conte levantó la mano y dijo alto y claro que no. Hasta no concluir el debate sobre inmigración, previsto durante la cena, vetará la aprobación de las conclusiones. «Nada está cerrado hasta que todo está cerrado», insistieron fuentes de la delegación italiana.

Los intentos del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para convencerle fueron en balde y el polaco y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se vio obligado a suspender la rueda de prensa intermedia. «Como un Estado miembro se ha reservado su posición sobre el conjunto de las conclusiones no se ha aprobado ninguna conclusión en esta fase. Por este motivo la conferencia de prensa de los representantes institucionales de la UE se ha cancelado y tendrá lugar mañana (viernes) tras la cumbre del euro», anunció el portavoz de Tusk.

La dura apuesta de Italia arrancó el pasado domingo en la minicumbre organizada por Juncker en la sede de la Comisión Europea. La delegación italiana llegó con un plan de diez puntos debajo del brazo. Ayer Conte volvió a reiterar que sus propuestas son «razonables» y que si se rechazan no tendrán problema en vetar las conclusiones. Italia tiene muy claras sus prioridades. Exige a sus socios europeos medidas de solidaridad concretas de forma que otros países del Mediterráneo también acojan en sus puertos a los barcos que rescatan inmigrantes en alta mar o que estas personas se distribuyan de forma rápida y automática en cuanto toquen puerto como ha ocurrido con los casos del Aquarius o del Lifeline, que finalmente han desembarcado en España y Malta.

En el fondo significa echar por tierra el reglamento de Dublín según el cual los demandantes de asilo están obligados a presentar su solicitud en el primer país de llegada.

SOLUCIONES PARA MERKEL / No solo Italia tiene problemas. El ultimátum que ha recibido la cancillera Angela Merkel de su ministro de interior, Horst Seehofer, le obliga a regresar a Berlín con un documento de conclusiones aceptable para el ala dura de la CSU. Varios países europeos se han mostrado dispuestos a echar un capote a Merkel. Es el caso de España, Grecia, Luxemburgo o Finlandia cuyo primer ministro, Juha Sipila, aseguró estar preparado para «cooperar con Alemania». En lo que el consenso parece más sencillo es en la batería de medidas para blindar las fronteras y mantener alejados de Europa a los inmigrantes. De momento tampoco hay acuerdo pero la idea de crear centros de retención de inmigrantes en países terceros, «plataformas regionales de desembarco» tal y como las define Tusk, se han empezado a abrir paso.

No hay una lista de países concretos pero oficiosamente se mencionan lugares de donde salen los inmigrantes como Libia o Túnez. El objetivo de estos centros es hacer una primera criba entre los inmigrantes económicos y los solicitantes de asilo, reducir los incentivos para intentar cruzar el Mediterráneo y poner patas arriba el modelo de negocio de los traficantes. Las incógnitas que suscita, tanto prácticas como legales, son todavía muchas. «No podemos decidir aquí en Bruselas sobre los países del norte de Africa, eso sería neocolonialismo», avisó Juncker sobre la necesidad de pactar antes con los países terceros. La idea que no cuaja es la creación de centros «cerrados» dentro de la UE, tal y como sugirieron Macron y Pedro Sánchez la semana pasada.