Daniel Ortega reapareció en público después de 34 días saturados de especulaciones sobre su salud y habló del covid-19. El Gobierno de Nicaragua, sostienen los opositores, se ha tomado con cierta ligereza el avance de la pandemia. No rige la cuarentena y las fronteras están abiertas. Tras más de un mes de silencio se esperaba que el presidente dijera algo sobre el coronavirus que, según las estadísticas oficiales, ha provocado una muerte y 13 contagios.

Al lado de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, Ortega se permitió una interpretación en clave apocalíptica que no desentonaría en boca de un telepredicador brasileño. El covid-19, dijo, "es una señal de Dios".

El ex comandante sandinista, convertido al catolicismo cuando retornó al poder, en 2007, ha traducido el supuesto sermón celestial. "Nos está diciendo ustedes van por mal camino'", le comunicó a la población durante una comparencia de 25 que, señaló el diario opositor La Prensa, "pareciera haber tenido como propósito desmentir los rumores de su muerte".

El pronolongado silencio de Ortega perturbó a propios y extraños. Semejante mutismo, "no es de personas cuerdas", opinó quien fuera su exjefe de inteligencia militar, Hugo Torres. "Los verdaderos líderes de una nación se ponen al frente de una crisis. No se esconden ni dan orientaciones contraproducentes".

Según el ex insurgente de 74 años, Nicaragua afronta la pandemia con "recursos limitados, pero con paciencia y disciplina". El país, dijo, sigue las recomendaciones internacionales, pero se aplican conforme a la realidad nicaraguense. Ortega destacó en ese sentido que se haya evitado medidas drásticas de aislamiento social. "No se ha dejado de trabajar, porque si se deja de trabajar el país se muere".

El pasado domingo, cuando arreciaban las especulaciones sobre la salud del jefe de Estado, el Gobierno alentó los paseos y fiestas en el espacio público. Una de las actividades realizadas fue el 'Summer Music Fest 2020', en la periferia de Managua.