Hablaron de la justicia racial, de la crisis económica, de la mala gestión del coronavirus o de los esfuerzos republicanos para torpedear las elecciones de noviembre, pero al final todo se redujo a un mensaje muy simple. “Donald Trump es el presidente equivocado para nuestro país. Ha tenido tiempo más que suficiente para demostrar que puede hacer el trabajo, pero claramente le viene grande. No está a la altura del momento”, dijo Michelle Obama en el discurso más elocuente de la noche. La ex primera dama cerró la primera noche de la Convención Nacional Demócrata, reducida a dos largas horas de aridez televisiva como consecuencia del coronavirus. Pero la noche también sirvió para confirmar que el partido está unido tras la candidatura de Joe Biden, presentado como el hombre capaz de sanar al país.

El formato estrictamente virtual del que ha sido uno de los grandes espectáculos políticos del planeta servirá para prevenir que afloren las divisiones internas. Pero el verdadero mérito hay que atribuírselo a los casi cuatro años de mandato del presidente, que ha logrado transformar estas elecciones en una suerte de emergencia nacional para la mitad del país, incluida la díscola izquierda demócrata. “Bajo esta Administración el autoritarismo ha echado raíces en nuestro país", dijo Bernie Sanders tras resaltar el éxito de su movimiento para empujar al partido hacia posiciones más progresistas. "Seamos claros, si Trump sale reelegido, todo el progreso que hemos conseguido quedará en peligro. En esencia, estas elecciones giran en torno a la preservación de nuestra democracia".

Futura coalición

Pocos entraron durante esta primera jornada a desgranar los detalles del programa demócrata, pero sí quedó claro a través de los rostros invitados el tipo de coalición que pretende formar Biden para ganar en noviembre. Por la pantalla desfilaron víctimas del virus, granjeros y pequeños empresarios golpeados por la recesión, afroamericanos afectados por la violencia policial, mujeres anónimas y cargos electos, así como varios republicanos profundamente defraudados con la gestión de Trump. El más conocido de todos es John Kasich, exgobernador de Ohio y excandidato a la presidencia, quien grabó su discurso frente a un cruce de caminos para ilustrar el momento que vive el país.

“Soy republicano de toda la vida, pero esa afiliación queda en segundo lugar frente a la responsabilidad que siento hacia mi país”, dijo Kasich antes de acusar a Trump de haber empujado al país hacia la “división, la disfunción, la irresponsabilidad y un creciente veneno entre nuestros ciudadanos”. Obama lo dijo después en otras palabras. "Cada vez que miramos a la Casa Blanca en busca de liderazgo, consuelo o firmeza, no encontramos más que caos, división y una completa falta de empatía", afirmó desde su casa en Washington.

Las encuestas dan a Biden una clara ventaja cercana a los 10 puntos para conquistar la Casa Blanca. Un margen que invita a no cometer errores de bulto y dejar que Trump haga el resto. El presidente esta nervioso y durante toda la semana ha contraprogramado mítines en estados indecisos para tratar de robar protagonismo a sus rivales. Ayer estuvo en Wisconsin, el estado donde debería haberse celebrado la Convención y uno de los feudos clave de noviembre.

En una de sus intervenciones, a los pies de una pista de aterrizaje, Trump definió a Biden como una “marioneta” en manos de Harris y la “extrema izquierda” demócrata. Y volvió a recurrir al miedo, acusándoles de “querer destruir el modo de vida estadounidense”. El republicano no quiso comprometerse a aceptar el resultado de noviembre y nuevamente puso en duda la integridad de los comicios. “La única manera en que podemos perder las elecciones es si son amañadas”, afirmó el republicano.