La incertidumbre que se ha apoderado del juicio político contra Donald Trump tiene fecha de caducidad. El liderazgo demócrata de la Cámara de Representantes enviará este mismo miércoles al Senado los cargos aprobados contra el presidente para que el juicio pueda comenzar en los próximos días. El tramite servirá para desbloquear el proceso, atascado en un limbo desde que el Congreso acusara formalmente al republicano de abuso de poder y obstrucción hace casi un mes. Los demócratas se han visto obligados a ceder tras ver como su maniobra dilatoria era incapaz de extraer la más mínima concesión política de sus rivales. Pero tampoco Trump se saldrá con la suya. Su partido no tiene los votos suficientes para desestimar los cargos por la vía rápida y ahorrarle el escarnio de enfrentarse a un juicio político.

El envío de los cargos irá precedido de un voto en la Cámara de Representantes para autorizar el trámite. No se esperan sorpresas tras muchas semanas de deliberaciones demócratas para consensuar una estrategia. Ni siquiera la fecha que han elegido para reanudar el impeachment parece casual, ya que coincidirá con el que está llamado a ser un día importante para el presidente. Horas después de que Trump firme en la Casa Blanca la primera fase del acuerdo comercial con China, un cortejo de congresistas recorrerá las decenas de metros que separan la Cámara de Representantes del Senado en una suerte de marcha fúnebre para dejar el proceso en sus manos. Trump tiene todos los números para sobrevivir, pero se convertirá en el tercer presidente que se sienta en el banquillo del Legislativo.

También está previsto que los demócratas anuncien el miércoles el nombre de los legisladores que ejercerán de fiscales durante el juicio. Todas las quinielas apuntan a que Adam Schiff y Jerry Nadler, los diputados que ya lideraron el impeachment durante su fase investigativa, encabezarán la acusación, mientras el abogado de la Casa Blanca, Pat Cipollone, organiza la defensa. Menos claros están los parámetros del juicio. Con su maniobra dilatoria de las últimas semanas, los demócratas pretendían obligar a los conservadores a que hicieran públicas las pautas del juicio y autorizaran la comparecencia de sus testigos, pero no han conseguido nada.

EMULAR LOS PASOS

El pueblo estadounidense entenderá perfectamente que si el Senado opta por un juicio sin testigos ni documentos no será más que una pura maniobra de encubrimiento, dijo el martes Nancy Pelosi para airear su frustración. Los conservadores tienen ahora el mando del proceso y la intención de su líder, Mitch McConnell, es emular los pasos y los tiempos que marcaron el proceso contra Bill Clinton a finales de los años noventa. Es decir, que no se decidirá sobre los testigos hasta que los fiscales y la defensa hayan expuesto sus argumentos iniciales en la primera fase del juicio.

El joker en la baraja demócrata es John Bolton, el exasesor de seguridad nacional de Trump y una de las figuras que se desmarcó de las gestiones del presidente para forzar a Ucrania a investigar a sus rivales políticos. Bolton dijo recientemente que está dispuesto a declarar si el Congreso se lo pide mediante un requerimiento judicial. Su testimonio es quizás el único que podría alterar el esperado desenlace del juicio, muy descafeinado antes de empezar por el rechazo de la Casa Blanca a entregar documentos y autorizar la comparecencia de sus altos cargos.

Varios senadores republicanos están dispuestos a que Bolton comparezca. No son muchos, pero probablemente sí suficientes para que el juicio no sea una absoluta pantomima. La mayoría conservadora en el Senado también se opone a que se desestimen inmediatamente los cargos, como ha pedido Trump esta semana para no dar legitimidad a un proceso que considera viciado desde el principio. En general, nuestros miembros no están interesados en una moción para desestimar las acusaciones. Ambas partes tienen que ser escuchadas, ha dicho el senador republicano Roy Blunt.