Hubo el miércoles un momento de la tarde (madrugada de ayer en España) en que, por primera vez en tres días de convención, los delegados del Partido Demócrata rompieron a bailar con sincera alegría. El alivio se podía tocar en el ambiente del Pepsi Center de Denver, y ocupó el lugar de la preocupación, el desasosiego y los nubarrones que cubrieron la convención los dos primeros días. El matrimonio Clinton, soberbios los dos, obraron el milagro de convertir la convención en lo que debería haber sido desde el principio: la gran cita de Barack Obama y la plataforma para atacar a John McCain como el continuador de los ocho años de George Bush.

Primero fue el gesto de Hillary --perfectamente coreografiado-- de pedir desde la delegación de Nueva York la suspensión de la votación y el nombramiento por aclamación de Obama como candidato. Después fue el discurso de Bill, considerado por algunos analistas estadounidenses como el más importante desde que abandonó la Casa Blanca, en el que desde la primera frase --"Estoy aquí porque apoyo a Barack Obama"-- ensalzó al candidato, honró la campaña de su esposa y recordó a los demócratas lo que está en juego. Más tarde vino el número dos, Joe Biden, convincente, muy duro con McCain y típicamente estadounidense con su estampa familiar. Y la traca final fue la aparición sorpresa de Obama para citar a todo el mundo en su esperado discurso de anoche (madrugada de hoy en España).

LAGRIMAS Y SONRISAS Hubo lágrimas en el Pepsi Center, sonrisas, abrazos y críticas, muchas críticas, a McCain y Bush. John Kerry habló por primera vez en serio de la guerra de Irak y abrió la veda contra McCain. Y ver a Clinton en un estado de forma comunicativo prodigioso llenó de orgullo a los demócratas. El pesimismo ha dejado paso al optimismo, a lo que contribuyó tanto la escenografía de la reconciliación de las dos facciones que protagonizaron una enconada batalla en las primarias como que, por fin, hubo un mensaje claro basado en la economía --"el sueño americano corre peligro" en palabras de Bill Clinton-- y el desastre y el desprestigio internacional que ha supuesto la política exterior de Bush.

En esa misma línea irá, según se ha filtrado, el discurso que Obama iba a pronunciar para rubricar la convención ante una audiencia estimada de 76.000 personas en el estadio de fútbol Invesco y de millones de personas en EEUU. El candidato demócrata aprovechará la oportunidad para volver a presentarse ante el electorado con el objetivo de borrar las reticencias que genera entre amplios sectores de los votantes (una última encuesta de The Wall Street Journal y la NBC afirma que el 51% de los estadounidenses creen que Obama es la opción más arriesgada para el país en estas elecciones).

No será, en principio, una intervención de fuegos artificiales retóricos, sino pensada para lanzar la recta final de la campaña presidencial. McCain --McBush-- será el objetivo principal de Obama, así como las líneas maestras de un programa electoral muy centrado en asuntos domésticos y que habla de recuperar la imagen internacional de EEUU.

CITA CLAVE Pero, sobre todo, lo que debe conseguir Obama es salvar las reticencias y recelos que los republicanos han logrado generar alrededor de su figura. Porque no hay que olvidar que Obama llega a esta cita clave en la carrera hacia la Casa Blanca dando señales de fatiga, con sondeos que hablan de saturación del electorado y con la inexperiencia como su principal talón de Aquiles.

A Obama le está costando introducir su mensaje entre sectores como la clase media trabajadora (en eso Hillary Clinton puede ser muy útil) que es clave en los estados decisivos de noviembre. Ya ha cambiado un eslogan y ahora toca culminar el trabajo que empezó su esposa el primer día de convención: presentarse como un genuino producto del sueño americano, que llama a la puerta de la Casa Blanca a partir de orígenes trabajadores.