Ricardo Márquez tiene negocios gastronómicos y una escuela de cocina. Ante la escasez que sufre Venezuela reconoce que hace algo más que nadar a contracorriente. Es todo un desafío al sentido común enseñar a preparar un plato, sazonarlo, seguir a pie juntillas una receta. «Preparamos en clase lo que ellos pueden conseguir, pero imagínese: solo un kilo de carne cuesta 25.000 bolívares, más de la mitad de un salario mínimo». Márquez es además presidente del Hogar Canario de Caracas, lo que le ofrece una perspectiva diferente de la crisis y su calado.

Los canarios consideran que Venezuela es su octava isla por el peso demográfico y cultural de su comunidad en el país sudamericano. Sus nueve primeras ciudades cuentan con comunidades importantes ¿Qué queda en medio de la debacle? La perplejidad. El Hogar Canario ha expandido sus casas de acogida. Ofrece comida, atención médica y recreación. «Es impactante cuando un viejito te asegura que ha tenido uno de los días más felices de su vida porque volvió a sentir el sabor del café. Y es aún más desolador si un canario de 80 años te dice que vivió desde niño en Venezuela y que se vuelve a su lugar de origen porque quiere ayudar a sus hijos».

CUADRO POLÍTICO / Quedarse o hacer las maletas. «Todos compartimos ese dilema», dice Roberto González, el presidente de la Hermandad Gallega. La mayor parte de sus 40.226 integrantes se encuentran en la capital. «En medio de todos los problemas, la hermandad al menos pudo funcionar como una suerte de oasis. Cuando faltó la luz y el agua ofrecimos nuestros servicios y la posibilidad de abastecerse para cubrir las necesidades».

El cuadro político se ha modificado desde fines de enero. Sin embargo, la comunidad española observa los acontecimientos con cautela. «Esto ya lo hemos vivido», dice González sobre la efervescencia que reina en las calles. El cambio parece inminente «y luego sobreviene la normalidad».

Desasosiego. Inquietud. Expectativa. Incertidumbre. Las sensaciones de los españoles de a pie no son ajenas al universo empresarial, y más si se tiene en cuenta que España es el segundo inversor en Venezuela después de Holanda. De acuerdo con el Banco Central venezolano, 72 filiales de firmas españolas están radicadas en el país, entre ellas Telefónica, la segunda operadora móvil, Repsol, Mapfre, Santander, BBVA, Editorial Planeta, Elecnor y Meliá.

Si en el 2015 las inversiones directas eran de 21.313 millones de euros, solo un año más tarde, cuando Nicolás Maduro decretó la «emergencia económica», ese número se derrumbó a 1.381 millones. La devaluación galopante explica parte de esa caída. Y que desde hace años no se radiquen nuevas inversiones. De las 20 misiones empresariales que aterrizaban no hasta hace mucho en Caracas se ha pasado a cero.

La Cámara Venezolano Española de Industria y Comercio (CAVEC) tiene su sede en el noveno piso del edificio Parque Cristal de Chacao. Su fachada resplandecía hasta hace poco. Ahora, la mitad de sus ascensores funcionan mal o no arrancan. La CAVEC tiene 180 afiliados. «La mayoría siguen acá. Una empresa muy robusta no se va, aunque no faltan las que redujeron considerablemente sus operaciones y aguardan la evolución de los hechos», dice su directora ejecutiva, Patricia Veloso.

FALTA DE REGLAS / En la Venezuela del presente no hay reglas claras. Fuentes consultadas no solo hablan de los permisos interminables y las presiones de un Estado deudor con las empresas, sino, especialmente, de la imposibilidad de planificación en un país cuyo poder ejecutivo ya ha gastado todo el presupuesto del 2019. El PIB ha caído el 60% en cinco años.

Un español residente en Caracas que conoce al dedillo la dinámica empresarial, y que por razones de cautela prefiere el anonimato, recuerda que en Venezuela todos saben cuál es el diagnóstico político y económico: se sabe que las cosas andan muy mal y se necesita un cambio.

Mientras tanto, a las empresas amparadas en los acuerdos bilaterales de protección recíproca de inversiones (APRI) no les queda más que «esperar y ver». A pesar de la situación, las grandes firmas que tienen inversiones son a largo plazo. Si bien se ha dificultado la remisión de los beneficios al exterior, siguen ganando dinero. Eso se explica porque la rentabilidad en una Venezuela tan inestable es muy superior a la de otro país.