Los portugueses encaran las elecciones de este domingo con la sensación de que ya está todo decidido desde arriba. El Gobierno socialista, con el apoyo de los partidos de derecha, suscribió en mayo un acuerdo de rescate con el FMI y la UE a cambio de un duro ajuste económico para los próximos tres años, con recortes en las prestaciones y subidas de impuestos. «El país ya está vendido, ¿qué importa a quién votemos ahora». Es la respuesta más común en Portugal estos días y han sido pocos los que se han interesado por la campaña electoral. «Portugal votará este domingo, pero sin entusiasmo», sentencia Mário Manuel Leston Bandeira, profesor de Sociología en el Instituto Universitario de Lisboa. Portugal se enfrenta a dos años consecutivos de recesión y alcanzará tasas de desempleo históricas, que rondarán el 13%. Los portugueses saben que vendrán tiempos duros; los políticos lo llevan repitiendo muchas veces en el último año, cuando la crisis griega hizo saltar las alarmas sobre la deuda de Portugal. ¿Y ahora qué?. El clima general en el país es de resignación y descontento sobre la actuación de la clase política, agravado tras una campaña sin propuestas reales y centrada en responsabilizar al adversario de la crisis política y económica que llevó al presidente de la República a convocar elecciones anticipadas, 18 meses después de ser reelegido primer ministro el socialista José Sócrates.