Como todo déspota, Augusto Pinochet Ugarte tuvo una obsesión por la historia. Y por eso preparó una biografía tan intachable como ciclópea. Pero un recuerdo de la niñez le traicionó y trazó una involuntaria semblanza del hombre y su época. Cuenta Pinochet en Camino Recorrido que su primera experiencia en un cine fue una "pesadilla". Era una película de vaqueros. Pinochet nació el 25 de noviembre de 1915, y en su infancia no existía el cine sonoro. Las imágenes de un tiroteo le perturbaron. "Me causó tal impresión que me puse a gritar", escribió.

Al ver al tren en la pantalla, y convencido de que embestiría contra la platea, Augustito buscó --en un acto que le definiría de mayor-- su propia salvación. "Traté de ocultarme bajo el asiento, dando gritos de pavor". El recuerdo de esa experiencia pervivió. Pinochet lo narró apelando a situaciones conocidas por los chilenos: "Quería huir de esa sala de tortura".

Los años de la represión

Las palabras nunca son inocentes, y menos viniendo de alguien asociado a los 17 años más dramáticos de su país en el siglo XX. Fueron los años en los que la muerte, la tortura, el terror y la intimidación eran cercanas. Los informes Rattig y Vallech, elaborados en los años 1991 y 2005, resumen los años de Pinochet: unos 3.000 desaparecidos y 28.456 víctimas de tormentos y vejaciones, entre ellos 87 niños.

Pinochet fue educado en un colegio marista. De allí pasó, en 1933, a la Escuela Militar. Se graduó cuatro años más tarde y fue recorriendo todo el escalafón del Ejército. En 1943, se casó con Lucía Hiriart Rodríguez, con quien tuvo cinco hijos. En 1968, Pinochet comenzó a ocupar cargos de importancia. Chile giraba a la izquierda y los espíritus se crispaban al calor de la guerra fría. En 1970 fue elegido presidente el socialista Salvador Allende. Antes de su asunción, la ultraderecha asesinó al jefe del Ejército, René Schneider. Pinochet, que ya era Comandante en Jefe de la VI División, ascendió un año más tarde, en pleno Gobierno de la Unida Popular, a Comandante General de la Guarnición de Ejército de Santiago. Y luego Jefe del Estado Mayor General del Ejército. En agosto de 1973 un sector del Ejército conspiró contra su jefe, el general Carlos Prats, leal a Allende. Pinochet lo reemplazó.

En el libro El Día Decisivo , Pinochet se asigna un papel clave en el golpe del 11 de septiembre. Se sabe que eso no fue así. La marina de guerra y el general Sergio Arellano fueron los impulsores de la conjura, y 48 horas antes de que comenzaran a bombardear el Palacio de La Moneda, Pinochet era pura ambigüedad.

"No sé si tu lo harás, pero nosotros sí lo haremos", le dijo ese día el general Gustavo Leigh, jefe del Ejército de Aire. Y Pinochet pasó a convertirse en el símbolo absoluto de la crueldad.

El golpe estremeció al mundo. Y Pinochet siguió dando razones para el horror (su presencia resultó hasta incómoda en el entierro de Franco). Junto al coronel Manuel Contreras fundó una multinacional del terror que agrupó a las dictaduras del cono sur: la operación Cóndor. Y fue más lejos al vincularse con la ultraderecha italiana, la mafia corsa, el nazi Klauss Barbie y --según Contreras-- el narcotráfico. Tan lejos llegó que sus atentados estallaron en el corazón de EEUU. El exministro de Exteriores de Allende, Orlando Letelier, fue asesinado en Washington. Tal osadía fue intolerable hasta para los norteamericanos, que ayudaron a derrocar a Allende.

Dotado de un poder omnímodo, Pinochet se hizo una Constitución a la medida y convirtió al país en un experimento neoliberal. La crisis económica del 12 de junio de 1982 agrietó sus planes y provocó una catarsis social. Ese día se devaluó la moneda un 18%. El PIB cayó un 14,1%. Los grupos económicos se colapsaron. El Estado intervino los principales bancos. Y ardió Santiago.

El 27 de marzo de 1984, Pinochet sobrevoló la ciudad para "ver" las protestas con sus propios ojos. En las calles, murieron más de 80 personas. El 6 de noviembre de 1984 se dictó el estado de sitio. Santiago fue ocupada. La unidad de la oposición comenzó a resquebrajarse. Para entonces, la dictadura se había recompuesto gracias a la superación parcial de la crisis, de la mano del ministro Hernán Buchi. La represión hizo el resto y le fue quitando amplitud a la protesta.

En septiembre de 1986, un sector de la izquierda estuvo cerca del tiranicidio. La protesta se volvió elitista. Había dos vías: la rebelión o la negociación con la dictadura para una salida. Ganó la segunda vía.

La derrota del dictador

En octubre de 1988, la mayoría de los chilenos, guiados por la Concertación Democrática --democristianos, socialistas y otras formaciones-- dijeron no al deseo de Pinochet de eternizarse en el poder. Un año más tarde, Buchi, su delfín, perdió las primeras elecciones libres frente a Patricio Aylwin.

En abril de 1990 Chile asistía a una paradoja. Tenía un presidente legítimo --Aylwin-- y un comandante en jefe, Pinochet, que preservaba una cuota de poder. La transición sería larga.

Pero con todas sus dificultades y miedos, aquel Gobierno hizo el primer balance estatal de los horrores pasados. Y se logró condenar a Contreras por el asesinato de Letelier.

Ungido como senador vitalicio, Pinochet se jubiló del Ejército en 1998 y en octubre viajó a Londres. Pero una decisión judicial torcería los acontecimientos. Baltasar Garzón pidió su captura por delitos de lesa humanidad y Pinochet quedó detenido en una clínica a la espera de la extradición. Para volver a Chile tuvo que simular locura y senilidad.