Dos sonadas fugas forman parte de la historia de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, y Estados Unidos, que para lograr su extradición desde México acordó que no aplicaría la pena de muerte en su caso, está determinado a evitar que su leyenda en ese terreno se amplíe. Cuando se dicte sentencia el próximo 25 de junio, tras el veredicto de culpabilidad de ayer, está garantizado que El Chapo será condenado a cadena perpetua. Y aunque las autoridades no han querido confirmarlo, el destino que se espera para el reo es la cárcel federal de máxima seguridad en Florence (Colorado), conocida popularmente como Supermax o el Alcatraz de las Rocosas, en una ocasión descrita por uno de los funcionarios que trabajó allí como «una versión limpia del infierno». Inaugurada en 1994, la cárcel tiene capacidad para mantener a algo más de 400 reos señalados para recibir Medidas Administrativas Especiales (SAMs por sus siglas en inglés). Estos son recluidos en «unidades de control», que son como prisiones dentro de la cárcel, donde los presos pasan 23 horas al día en celdas unipersonales, virtualmente privados de contacto con el exterior. Como escribió en el 2015 The New York Times en un reportaje sobre el centro, allí «los sueños abstractos de rehabilitación son enteramente reemplazados por la arquitectura de control».

Entre los reos más famosos de la cárcel, la de máxima seguridad de Estados Unidos, se encuentran Zacarias Moussaui, que cumple seis perpetuas por los atentados del 11-S; Ramzi Yousef, que ideó el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en 1993; Djokjar Tsarnaev, condenado por el atentado en el maratón de Boston; Ted Kaczynski, conocido como Unabomber y Vicent Basciano, que fue jefe de la familia mafiosa de los Bonanno. Es también donde se encuentra Osiel Cardenas Guillen, líder del cartel del Golfo y creador de Los Zetas.