La capitana del barco de la oenegé Sea Watch, Carola Rackete, fue detenida tras atracar en la madrugada del sábado en el puerto de la ciudad italiana de Lampedusa. El buque no había recibido permiso de las autoridades italianas, pero Rackete, de origen alemán, decidió entrar invocando el estado de necesidad para desembarcar a 42 inmigrantes tras permanecer 17 días en el mar. Los votantes de la Liga liderada por Matteo Salvini, ministro del Interior, no se andaron con remilgos a la hora de recibirla en el puerto increpándola con gritos de «vendida» o «espero que estos negros te violen».

En la madrugada del sábado, Rackete, con un aprendizaje en naves rompehielos, había decidido entrar sí o sí en el puerto de Lampedusa, desafiando las lanchas de la policía de fronteras y aduanas. «Un acto criminal, se ha hecho justicia», afirmó Salvini. Puede ser acusada de «violencia y resistencia a nave de guerra» y de «tentativa de naufragio», acusaciones que pueden sonar como un pretexto legal después de 17 días de invocar razones humanitarias, leyes internacionales del mar y salvamento de náufragos que los gobiernos de Italia han firmado y que tienen más valor que las leyes nacionales.

También descendieron del barco los cinco parlamentarios pertenecientes al Partido Demócrata (PD), Izquierda Italiana (SI) y +Europa que habían embarcado el jueves en solidaridad con la capitana.

Desde Sea Watch dicen que «la comandante no tenía otra opción. Durante 36 horas había declarado el estado de necesidad que las autoridades italianas habían ignorado», señaló su portavoz Giorigina Linardi. Mientras, los abogados de Sea Watch, Leonardo Marino y Alessandro Gamberini, apuntaron que «fue una elección desesperada». El jueves, la policía de aduanas comunicó a la alemana que se estaba «perfilando una solución» que consistía en cinco países de la UE dispuestos a hacerse cargo de los rescatados pero esta no fue nunca operativa.