El estado de alerta decretado por las autoridades británicas quedó justificado ayer. La detención de ocho presuntos terroristas islamistas en Londres y el sureste de Inglaterra y la incautación de 500 kilos de material explosivo indica que el Reino Unido puede ser el objetivo de un ataque a gran escala.

La información de los servicios secretos del MI5 y la actuación de las fuerzas antiterroristas de Scotland Yard han impedido, al menos esta vez, que corriera la sangre. Los detenidos en la redada de ayer son todos británicos de origen paquistaní con edades entre los 17 y 32 años.

Peter Clark, jefe de la unidad antiterrorista, descartó cualquier conexión entre los sospechosos y el 11-M.